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La Iglesia católica enseña la práctica de la castidad. Esto se interpreta de manera que los creyentes deberían abstenerse de fornicar,[1]y que las personas dentro o fuera del matrimonio no deben practicar la masturbación, sodomía, y comportamientos homosexuales. Según el Catecismo de la Iglesia católica, los hombres y mujeres con tendencias homosexuales deben "ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición" ya que las personas homosexuales, al igual que el resto de los no casados "están llamadas a la castidad".[2] También han de evitarse contraceptivos artificiales,[3] coitus interruptus,[4] esterilización y los medios o asistencia en el aborto[5] La enseñanzas oficiales católicas indican en relación a la sexualidad como "ordenada de forma natural para el bien de cónyuges" así como para la generación de hijos.[6]