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La República de Roma dominaba una vasta extensión de tierra con enormes recursos naturales y humanos. Como tal, la economía en la antigua Roma se mantuvo concentrada en la agricultura y el comercio. El comercio agrícola libre cambió el panorama italiano y, por el siglo I a.C., las enormes haciendas dedicadas al cultivo de la vid, de los cereales y de la oliva, propiedad de grandes terratenientes, habían estrangulado a los pequeños agricultores, que no pudieron igualar el precio del grano importado. La anexión de Egipto, Sicilia y Cartago (actual Túnez) proporcionó un suministro continuo de cereales. A su vez, el aceite de oliva y el vino fueron las principales exportaciones de Italia. Ya por entonces se practicaba la rotación de dos hojas, pero la productividad agrícola en general fue baja: alrededor de 1 tonelada por hectáre