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Una de las grandes transformaciones políticas de la modernidad fue la consolidación de un tipo de organización política conocida como el estado territorial moderno. Antes de este cambio estructural, el mapa político de la Europa feudal era un mosaico fragmentado de jurisdicciones privadas donde distintos señores podían recaudar impuestos, proveer justicia, administrar los recursos comunes, y crear monopolios. Operando sobre este contexto de fragmentación jurisdiccional, los gobernantes de los nacientes estados modernos consolidaron en el largo plazo su control sobre el territorio --ya sea desplazando o cooptando al poder señorial. Eventualmente cada estado central monopolizó la jurisdicción política dentro de sus fronteras. Si los mapas medievales parecían cuadros de Jackson Pollock, los mapas modernos comenzaron a verse cada vez más como las obras de Mark Rothko.
El consenso en la historia económica es que la consolidación del estado moderno fue importante para fomentar el crecimiento económico, como muestra por ejemplo el trabajo reciente de Daniel Oto-Peralías sobre España. La consolidación del estado moderno ha sido ampliamente estudiada en la literatura histórica. Sin embargo, gran parte de la abundante literatura sobre el tema ha sido exclusivamente narrativa, en parte por la escasez de información sistemática. Por lo tanto, a la fecha dos tareas han sido difíciles de llevar a cabo.