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11
LIBRE PENSAR
Carlos veía sobrevolar por las alturas a un águila real. Admiraba la belleza del ave. seguía con el dedo su trayectoria muy cerca desde el ventanal. Soñó volar junto a ella*, jubiloso sintió como su rostro se iba bañando con el fresco aire nocturno y sus alas lo llevaban a tierras distantes. Sin embargo, en su interior los deseos de libertad le oprimian su corazón y la envidia lo gobernaba. Hacía más de cinco años que no salía de aquella asquerosa prisión.
Un roedor intervino en su escenario de incertidumbres y pesares. Tomó la ventaja de su tamaño y se abalanzó contra la rata. La captura rompió el silencio. Ingrato, no supo si matarla para comérsela o hacerla su compañía.
No pasaría mucho tiempo antes que sus tripas contestaran. Un chillido calmo sus ansias y con él volvió ese irónico silencio en aquel abismal panorama de gruesas paredes de piedra y grilletes cortantes.
Pasaron los días sin más transcendencia que una pequeña llovizna nocturna. En aquella pequeña mazmorra, Carlos se encontraba en la tranquilidad.
Iba camino a la locura, pero luchaba contra ella.
Carlos escuchó algo, un susurro tal vez, acercó su oreja a la pared. Trató de afinar al máximo su sentido. Volvió a escuchar algo, pero ésta vez estaba más cerca.
espero que te ayude
Carlos veía sobrevolar por las alturas a un águila real. Admiraba la belleza del ave. seguía con el dedo su trayectoria muy cerca desde el ventanal. Soñó volar junto a ella*, jubiloso sintió como su rostro se iba bañando con el fresco aire nocturno y sus alas lo llevaban a tierras distantes. Sin embargo, en su interior los deseos de libertad le oprimian su corazón y la envidia lo gobernaba. Hacía más de cinco años que no salía de aquella asquerosa prisión.
Un roedor intervino en su escenario de incertidumbres y pesares. Tomó la ventaja de su tamaño y se abalanzó contra la rata. La captura rompió el silencio. Ingrato, no supo si matarla para comérsela o hacerla su compañía.
No pasaría mucho tiempo antes que sus tripas contestaran. Un chillido calmo sus ansias y con él volvió ese irónico silencio en aquel abismal panorama de gruesas paredes de piedra y grilletes cortantes.
Pasaron los días sin más transcendencia que una pequeña llovizna nocturna. En aquella pequeña mazmorra, Carlos se encontraba en la tranquilidad.
Iba camino a la locura, pero luchaba contra ella.
Carlos escuchó algo, un susurro tal vez, acercó su oreja a la pared. Trató de afinar al máximo su sentido. Volvió a escuchar algo, pero ésta vez estaba más cerca.
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