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Como se ha podido observar a lo largo de este ensayo, la preocupación de los escritores europeos de la Colonia, al tratar los temas indígenas, era encontrar conceptos equivalentes (pumas = leones, jaguares = tigres, etc.) para poder explicarse la naturaleza de América. Las dificultades se tornaban abismales cuando la materia de estudio se refería a lo sobrenatural. Es entonces cuando la aplicabilidad del concepto «dragón» o «anfisbena» resultaba por momentos funcional, sobre todo si al cronista español se le hacía evidente que no estaba lidiando con una especie zoológica (serpiente = machaqway), si no con un ser que pertenecía a la peligrosa categoría a la que habían sido relegados los dioses paganos precristianos. Convertido, entonces, en una manifestación del demonio, el amaru encajaba en esta definición de manera perfecta.
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