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En esta tónica, las cabezas humanas eran dones consumibles para nutrir lo divino durante y después del sacrificio humano, convirtiéndose su casco cefálico en semilla vitalizante, equiparable quizá con los granos del maíz, como lo ha sugerido Michel Graulich. De hecho, considerar el cráneo como semilla no es privativo de la esfera mesoamericana. También entre los pobladores de Tiwanaku, actualmente Bolivia, se pensaba que las cabezas-trofeo se convertirían en wawa- semillas o wawa -fetos.
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