Respuestas
Respuesta:
“Érase una vez una joven lechera que llevaba un cubo de leche en la cabeza, camino al mercado para venderla. Durante el camino, la soñadora joven iba imaginando lo que podría lograr conseguir con la leche. Pensó que en primer lugar y con el dinero de la venta compraría un canasto de huevos, los cuales una vez eclosionaran le permitiría montar una pequeña granja de pollos. Una vez estos crecieran podría venderlos, lo que le daría dinero para comprarse un lechón.
Una vez este creciera la venta del animal bastaría para comprarse una ternera, con la leche de la cual seguiría obteniendo beneficios y a su vez podría tener terneros. Sin embargo, mientras iba pensando todas estas cosas la joven tropezó, lo que provocó que el cántaro cayera el suelo y se rompiera. Y con él, sus expectativas hacia lo que podría haber hecho con ella.”
Este cuento, que cuenta con versiones de Esopo y La Fontaine (siendo este último el que hemos reflejado), nos enseña la necesidad de vivir en el presente y que a pesar de que soñar es necesario también debemos tener en cuenta que ello no basta para lograr nuestros propósitos. Inicialmente, es una pequeña historia que nos avisa de tener cuidado con que la ambición no nos haga perder el sentido.
Asimismo, en algunas adaptaciones se incluye también un diálogo posterior entre la lechera y su madre, quien le cuenta que gracias a tener fantasías parecidas pudo lograr montar una granja: en este caso es una reflexión de que necesitamos soñar y ambicionar, pero cuidando lo que hacemos para llegar a cumplir los objetivos, además de no rendirnos ante el primer tropiezo u obstáculo.
Explicación:
Respuesta:
La sospecha:
“Érase una vez un leñador el cual un día se dio cuenta que no tenía su hacha. Sorprendido y con lágrimas en los ojos, se encontró cerca de su casa al vecino, quien como siempre lo hacía le saludó sonriente y amablemente.
Mientras éste entraba en su casa, el leñador de repente empezó a sospechar y pensar que tal vez hubiese sido el vecino quien le había robado el hacha. De hecho, ahora que lo pensaba bien su sonrisa parecía nerviosa, tenía una mirada extraña e incluso hubiese dicho que le temblaban las manos. Bien pensado, el vecino tenía la misma expresión que un ladrón, caminaba como un ladrón y hablaba como un ladrón.
Todo ello iba pensando el leñador, cada vez más convencido de haber encontrado al culpable del hurto, cuando de repente se dió cuenta de que sus pasos le habían llevado de nuevo al bosque donde había estado la noche anterior.
De pronto, tropezó con algo duro y cayó. Cuando miró al suelo...encontró su hacha! El leñador volvió de nuevo a su hogar con el hacha, arrepentido de sus sospechas, y cuando vio de nuevo a su vecino vio que su expresión, andar y manera de hablar eran (y habían sido en todo momento) las de siempre.”
Explicación:
Espero te sirva!