quien era la tunda en la leyenda

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Respuesta dada por: deliasoto
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la leyenda la tunda

En los lares alejados, pantanos encantados y cavernas solitarias, enclavadas en las montañas mágicas y bosques misteriosos se atrinchera y parapeta La Tunda o pata de Molinillo, un ente mal­vado y enigmático que a veces se presenta como una mujer altísima con cabello rojo, ensortijado, despeinado y enredado.

 

Su rostro endemoniado, trigueño y grasoso, está situado de maquillaje con cejas oscuras serpenteadas, con párpados rosa­dos, con pestañas arqueadas que custodian sus ojos cafés tan saltones que parece que fueran a salirse de las órbitas.

 

Su nariz chata emula a una enana entre los pómulos gigantescos, entre" sus carnudos y lascivos labios carmesí descolla su dentadura ocre, cariada y maloliente.

 

Su faz está tan embadurnada que se asemeja a una payasa vieja, marchita y ajada a causa de su mascarilla de adorno transitorio que oculta lo vergonzoso, despreciable e inmoral de su perverso ser. En sus orejas de elefante, tiene aretes áureos y disimula su cuello de jirafa con collares burdos hechos con bejucos, flores, alambre de" cobre, pedrería de fantasía y baratijas.

 

La Tunda o Pata de Molinillo luce un blusón ralo y deshilachado, confec­cionado con retazos en forma de rombos multicolores como un perso­naje ridículo y variopinto.

 

Sus extremidades superiores son huesudas, velludas y cicatrizadas y en sus muñecos lleva manillas de artesanías y latas y en sus largos dedos ¡ostenta una decena de anillos acicalados con piedras de color rojo, amarillo, azul, verde, café, dorado, naranja, blanco, negro y gris. Sus piernas son como zancos con venas tan nudosas, que parecen de camarlengo. Sus Patas descalzas e inflamadas son como dos enormes molinillos con heridas profundas que producen lástima y compasión

 

El endriago deambula errante dando zancadas sin rumbo fijo como si fuera una veleta desorientada por los caprichos impredecibles del viento, a la vez escudriña con sus ojos avizores las entrañas de la maraña buscando arañas.

 

Al dar pasos largos La Tunda puja, se queja, solloza, jadea y echa vaho por el martirio que le causan las ampollas, llagas y callos que atormentan a sus Patas de Molinillo. Por eso el esperpento da traspiés se tropieza como sí un patán zascandil le echara zancadilla.

 

En su rostro macilento y demudado se nota el insomnio de zombi muerta viva. Sin embargo cuando ventea, La Tunda o Pata de Molinillo cierra sus faros y alza sus manos hacia el firmamento y aletea como un cóndor y respira profundo al sentir hálito fresco que alivia sus terribles males.Cuando llueve o cae granizo o cae escarcha o rocío, La Tunda o Pata de Molinillo zapatea como si estuviera bailando flamenco o joropo.

 

En las noches de luna llena, La Tunda o Pata de Molinillo canta como hechicera enamorada y en las tinieblas tachonadas de estrellas se consagra a contar astros queriendo adivinar su sino hadado. Dicen que el Sumo Hacedor castigó a La Tunda o Pata de Molinillo porque al parir devoró a uno de sus hijos para calmar su bulimia canina  y porque a su otro vástago lo abandonó en un lugar inhóspito y peligroso a merced de la Intemperie, las fieras y el destino cruel.

 

Cuentan que a veces La Tunda o Pata de Molinillo se transforma en incubo para copular con las brujas que vagan o pernoctan en los parajes lóbregos y despoblados y malhadados.

 

Luego en su maléfica compañía cuando muere el día, en aquelarre acechan y ase­chan a los labriegos para raptar como ave rapaz a niñas y niños con el fin de llevarlos a lo más recóndito de las grutas tenebrosas y allí : engordarlos y luego cebarse en sus víctimas. Narran que cuando los afligidos familiares, parientes y amigos de los infantes perdidos salen a las míticas montañas a buscar a sus hijos, llevan feroces perros rastreros, escopetas, machetes, herramientas, linternas, sogas y redes para atraparla.

 

Además los cazadores se lindan y acorazan con agua bendita medallas, escapularios e incienso y los tamborileros interpretan himnos de guerra para infundir miedo al infernal ser, quien al escuchar los ecos marciales se meta- morfosea en un jabalí brutal, impetuoso y furio­so que destroza con sus colmillos a los canes y a los monteros que se le atraviesan. Dicen que cuando los cazadores la acorralan y están a punto de cazarla o darle de baja La Tunda o Pata de Molinillo se transmuta como un camaleón y se camufla en la jungla convertida en un árbol viejo con apariencia de mujer, aparentemente desprovisto de su fuerza vital.

 

Repentinamente se produce un huracán, se forma un remolino y una vorágine, entonces La Tunda o Pata de Molinillo con sus aspas y brazos le da una tremenda paliza, zurra y vapuleo a los asombrados y sorpren­didos cazadores; aporreados que transcurridos unos días se secan como chamizos hasta quedar como momias vivas invadidas de fiebre letal que les corta el "hilo de la vida".

 

Luego se producen truenos, rayos y centellas y los labriegos se acuer­dan de Santa Bárbara. Por eso oran e invocan su ayuda para que los proteja de La Tunda o Pata de Molinillo, de las tormentas y de los peligros repentinos.

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