• Asignatura: Historia
  • Autor: mateuvalentina5
  • hace 2 años

¿Qué le niega el molinero a Hans y qué consecuencias traerá esa negativa?

ayuda enserio porfavor es del cuento "El amigo fiel"​

Respuestas

Respuesta dada por: 61621125
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Respuesta:

     

    -No podréis ir nunca a la buena sociedad si no aprendéis a meter la cabeza -les decía.

    Y les enseñaba de nuevo cómo tenían que hacerlo. Pero los patitos no prestaban ninguna atención a sus lecciones. Eran tan jóvenes que no sabían las ventajas que reporta la vida de sociedad.

    -¡Qué criaturas más desobedientes! -exclamó la rata de agua- ¡Merecían ahogarse verdaderamente!

    -¡No lo quiera Dios! -replicó la pata-. Todo tiene sus comienzos y nunca es demasiada la paciencia de los padres.

    -¡Ah! No tengo la menor idea de los sentimientos paternos -dijo la rata de agua- No soy padre de familia. Jamás me he casado, ni he pensado en hacerlo. Indudablemente el amor es una buena cosa a su manera; pero la amistad vale más. Le aseguro que no conozco en el mundo nada más noble o más raro que una fiel amistad.

    -Y, digame, se lo ruego, ¿qué idea se forma usted de los deberes de un amigo fiel? -preguntó un pardillo verde que había escuchado la conversación posado sobre un sauce retorcido.

    -Sí, eso es precisamente lo que quisiera yo saber -dijo la pata, y nadando hacia el extremo del estanque, hundió su cabeza en el agua para dar buen ejemplo a sus hijos.

    -¡Necia pregunta! -gritó la rata de agua-. ¡Como es natural, entiendo por amigo fiel al que me demuestra fidelidad!

    -¿Y qué hará usted en cambio? -dijo la avecilla columpiándose sobre una ramita plateada y moviendo sus alitas.

    -No le comprendo a usted -respondió la rata de agua.

    -Permitidme que les cuente una historia sobre el asunto -dijo el pardillo.

    -¿Se refiere a mí esa historia? -preguntó la rata de agua- Si es así, la escucharé gustosa, porque a mí me vuelven loca los cuentos.

    -Puede aplicarse a usted -respondió el pardillo.

    Y abriendo las alas, se posó en la orilla del estanque y contó la historia del amigo fiel.

    -Había una vez -empezó el pardillo- un honrado mozo llamado Hans.

    -¿Era un hombre verdaderamente distinguido? -preguntó la rata de agua.

    -No -respondió el pardillo-. No creo que fuese nada distinguido, excepto por su buen corazón y por su redonda cara morena y afable.

    Vivía en una pobre casita de campo y todos los días trabajaba en su jardín.

    En toda la comarca no había jardín tan hermoso como el suyo. Crecían en él claveles, alelíes, capselas, saxifragas, así como rosas de Damasco y rosas amarillas, azafranadas, lilas y oro y alelíes rojos y blancos.

    Y según los meses y por su orden florecían agavanzos y cardaminas, mejoranas y albahacas silvestres, velloritas e iris de Alemania, asfodelos y claveros.

    Una flor sustituía a otra. Por lo cual había siempre cosas bonitas a la vista y olores agradables que respirar.

    El pequeño Hans tenía muchos amigos, pero el más allegado a él era el gran Hugo, el molinero. Realmente, el rico molinero era tan allegado al pequeño Hans, que no visitaba nunca su jardín sin inclinarse sobre los macizos y coger un gran ramo de flores o un buen puñado de lechugas suculentas o sin llenarse los bolsillos de ciruelas y de cerezas, según la estación.

    -Los amigos verdaderos lo comparten todo entre sí -acostumbraba decir el molinero.

    Y el pequeño Hans asentía con la cabeza, sonriente, sintiéndose orgulloso de tener un amigo que pensaba tan noblemente.

    Algunas veces, sin embargo, el vecindario encontraba raro que el rico molinero no diese nunca nada en cambio al pequeño Hans, aunque tuviera cien sacos de harina almacenados en su molino, seis vacas lecheras y un gran número de ganado lanar; pero Hans no se preocupó nunca por semejante cosa.

    Nada le encantaba tanto como oír las bellas cosas que el molinero acostumbraba decir sobre la solidaridad de los verdaderos amigos.

    Además, en invierno, encontrábase muy solo, porque el molinero no iba nunca a verle durante aquella estación.

    -¿Y no podríamos invitar al pequeño Hans a venir aquí? -preguntaba el hijo del molinero- Si el pobre Hans pasa apuros, le daré la mitad de mi sopa y le enseñaré mis conejos blancos.

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