Continúa la historia presentada hasta llegar a un desenlace.
MENSAJE EN BLANCO
Se me estropeó la computadora a principios de noviembre. Tardaron casi dos meses en arreglármela. La recuperé en plenas fiestas navideñas. Algo así como el 29 de diciembre. Con la torpeza temblorosa del adicto sometido a una prolongada abstinencia, enchufé cables, manoteé interruptores y, cuando se hizo la luz en la pantalla, agarré el ratón por el lomo como si tuviera en la mano la primera botella tras un mes en el desierto.
Soy un adicto al correo electrónico. Creo que en otros tiempos habría coleccionado palomas mensajeras. El vicio me viene de cuando era editor. Tenía autores repartidos por todo el mundo. El correo me permitía enviarles mensajes de apremio a cualquier hora y rehuir sus peticiones en cualquier momento. Luego abandoné el trabajo y decidí convertirme en escritor a tiempo completo: ahora me sirve para que no me olviden.
No me entretuve en abrir el tratamiento de textos, ni en hacer ninguna otra comprobación. Abrí directamente el correo y lo reconfiguré a toda prisa. Lo primero que hice fue enviar un mensaje colectivo a toda la gente con la que suelo comunicarme gracias a este divino medio virtual. En realidad, me gusta más recibir correos que enviarlos. Quizás por eso mi mensaje ni siquiera llevaba título y solo decía algo así como: “Por fin después de más de un mes sin computadora, vuelvo a estar conectado”. Le di al botoncito de enviar y
grim3r20:
porfavor ayudenme
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Pou la madre de Dios y de los países que integran la cuenca del río de la madre de Dios y de los países que integran la cuenca del río de la madre de Dios y de los países que integran la cuenca del río de la madre para todos y todas sus
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