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Está claro que la energía eléctrica es la energía del futuro, ya en la literatura y el cine del pasado siglo siempre estaba presente en la ciencia-ficción y motivos nunca han faltado.
Si bien la dependencia de todos de este tipo de energía va creciendo día tras día. También van avanzado con paso firme y seguro las energías renovables en sus distintas formas, sin embargo el aprovechamiento de muchas de ellas depende de factores climatológicos y medioambientales, cuyo máximo exponente es la energía eólica.
Tanto en productores como en consumidores se plantea un problema. Hoy por hoy los sistemas de almacenamiento, seamos claros, o están en pañales o, como en el caso de España con las baterías Tesla, están prohibidos. Los picos de mayor consumo en el caso de la energía solar, están en las horas opuestas. Por tanto urge aunar esfuerzos en este sentido.
Todos los agentes implicados deben trabajar para buscar un desarrollo sostenible. No se puede favorecer descaradamente a unos sectores en perjuicio de otros. Al consumidor final no se le puede sangrar con unas tarifas eléctricas que al final disminuyen no solo su nivel de vida, sino el de comprar muchos artilugios tecnológicos, imprescindibles o no, que al final son los que dan de comer a los productores de electricidad.
Se trata de encontrar un punto de equilibrio sostenible, como lo debe ser el medioambiental, donde intereses de productores y consumidores sean respetados. Se debe pues llegar a un punto que sea de interés para ambas partes, con mucha mayor flexibilidad. Los gobiernos y estados deben actuar de moderadores entre ambas partes, cosa que de momento parecen estar lejos de realizar, favoreciendo más bien los intereses de los grandes grupos de presión económica.