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Autor: Felipe Pigna.
A partir del último cuarto del siglo XIX se produce en Europa un proceso conocido como Segunda Revolución Industrial, que significará el triunfo del maquinismo y de la gran industria sobre la mediana y pequeña, el aumento de la producción y la expansión del mercado mundial de productos.
Los ferrocarriles
Los grandes «motores» de esta Revolución fueron los ferrocarriles. La instalación de largas vías férreas proporcionó trabajo a miles de personas, al igual que la construcción de vagones y locomotoras, que además demandaron el aumento de producción de los materiales con los que estaban construidos. Inglaterra se especializó en esta industria y exportó trenes a todo el mundo. Los países compradores quedaban ligados a los fabricantes ingleses para la provisión de repuestos y personal técnico.
El taylorismo
Las máquinas aceleraban el ritmo de producción y dejaban sin trabajo a muchos obreros, ya que lo que antes hacían diez trabajadores ahora lo podía realizar una máquina. Esto multiplicó el desempleo. Pero además aparecieron métodos de trabajo como los de Frederick Taylor, que proponía que cada obrero realizara una parte de una pieza en una cadena de montaje en un tiempo determinado. Este sistema, llamado taylorismo, tenía como objetivo mecanizar el trabajo de los obreros y aumentar su nivel de producción.
El fordismo
Una de las fábricas que adoptó el sistema taylorista fue la Ford Motors Company de Ohio. En su fábrica de Detroit se armaron en la cadena de montaje los primeros Ford T. El dueño de la fábrica, Henry Ford, incorporó al taylorismo un aspecto social. Decía que cada obrero de su fábrica debería ganar lo suficiente como para compararse uno de los autos que fabricaba. Ford pensaba que los buenos sueldos garantizaban un aumento del consumo y el alejamiento de los obreros de las ideas revolucionarias. Había que incorporarlos al sistema como productores-consumidores-propietarios.
El movimiento obrero
El aumento de la explotación y la desocupación tuvo como consecuencia la movilización obrera y las huelgas, que fueron dirigidas por los sindicatos socialistas y anarquistas. Los socialistas, basados en las ideas de Karl Marx y Federico Engels, proponían el mejoramiento parcial del nivel de vida de los trabajadores a través de la acción partidaria y sindical, hasta llegar a una revolución que permitiría la formación de un estado dirigido por los trabajadores que haría posible una nueva distribución de la riqueza y terminaría con las desigualdades sociales. Los anarquistas, seguidores de Pierre Joseph Proudhon y Mijaíl Alexándrovich Bakunin, proponían como método la acción sindical, no aceptando la acción política ni la existencia de estados, a los que consideraban negativos en sí mismos porque siempre terminaban perjudicando a los trabajadores. Proponían la distribución de la riqueza pero no a partir de un nuevo estado. Pensaban que una vez derrotada la burguesía, no sería necesaria ninguna organización estatal.
La energía y las comunicaciones
El aumento de la producción llevó a la búsqueda de nuevos combustibles. El petróleo y la energía eléctrica permitieron crear nuevas máquinas y transportes más veloces impulsados por motores a gasolina o eléctricos.
La difusión del telégrafo y la invención del teléfono acercaron a las distintas regiones del mundo y aceleraron los negocios en todo el planeta.
El 1º de Mayo
En Chicago, el 1º de mayo de 1886, una huelga fue ferozmente reprimida y varios de sus protagonistas condenados a muerte. El objetivo de la huelga fue pedir que los obreros no trabajaran más de ocho horas por día. En 1889, la Segunda Internacional decidió instituir el Primero de Mayo como jornada de lucha para perpetuar la memoria de los trabajadores que murieron peleando por una jornada de ocho horas. En el país la primera conmemoración tuvo lugar el 1º de mayo de 1890. Hoy, en casi todo el mundo, menos en los Estados Unidos, el 1º de mayo se conmemora el día del trabajador.
Consecuencias de la industrialización
Como consecuencia de la industrialización, quedó formado en el planeta un «mercado mundial» de países dominantes, que producían productos elaborados, y países dependientes, proveedores de materias primas. El hecho de que siempre resultaran más caras las manufacturas que los productos con los que aquéllas estaban hechas hizo que quedara siempre un saldo favorable para los países industriales, que se expresaba en una dominación económica sobre los países que sólo suministraban las materias primas, dominación que terminaba siendo política.