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Los comicios de 1988 han sido considerados por casi todos los actores y observadores políticos de México como el episodio clave del momento político que atraviesa el país en el fin de siglo. La elección federal de 1988, en más de un sentido, constituye una elección crítica que puede analizarse desde muchas perspectivas. En este artículo, enfocaremos ese proceso a partir de dos de ellas: la institucional y la electoral. Primero, analizaremos las elecciones de 1988 como un proceso institucionalmente regulado, es decir, contenido en un marco de leyes, regulaciones e instancias públicas que fijó los límites de las estrategias políticas disponibles de los actores y que de esa manera indujo determinados equilibrios. En particular, discutiremos algunos aspectos relevantes de la manera como las reglas de la competencia política electoral vigentes en 1988 contribuyeron, tanto a garantizar la victoria del pri, como a producir la crisis del sistema de partidos.
Por otro lado, analizaremos algunos de los aspectos más sobresalientes de los cambios observados en los patrones generales de comportamiento electoral. Al respecto, postulamos que en la elección de 1988, se hizo evidente que los patrones de comportamiento del electorado que se habían observado durante muchos años se modificaron significativamente, al grado de que es posible hablar de un realineamiento electoral. Esto significa que no solamente presenciamos un cambio entre las principales variables del comportamiento electoral (participación y preferencia partidaria), sino, sobre todo, un cambio en la relación entre esos aspectos del comportamiento electoral y algunas de las más importantes características sociales y regionales del país.
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La paradoja política de 1988
Los resultados oficiales de las elecciones federales de 1988 constituyeron una paradoja política que es necesario entender con claridad si se quiere comprender el momento político de México: por una parte, arrojaron una victoria apabullante para el Partido Revolucionario Institucional (pri); por la otra, son parte integral de una severa crisis del sistema de partido hegemónico que durante décadas ha imperado en México. Una anécdota política sirve para ilustrar las dimensiones de la paradoja. Cuando la polvareda de la jornada electoral aún no se disipaba, eI pri realizó su tradicional fiesta de la victoria. El ambiente en las instalaciones del partido oficial paso de festivo a tenso, pues los organizadores habían venido aplazando la hora del anuncio. Los retrasos eran consecuencia de la famosa “caída del sistema” de cómputo y difusión de los resultados.3 Finalmente, ya muy entrada la noche del 6 de julio de 1989, el líder nacional del pri, Jorge de la Vega Domínguez, anunció la “clara, contundente e indiscutible victoria” del candidato presidencial de su partido. El candidato, en cambio, tuvo que esperar un poco más para declararse ganador. Cuando finalmente lo hizo, dirigió un discurso a sus correligionarios. En una parte del discurso, el candidato Salinas de Gortari declaró gustoso que “había llegado a su fin la época del partido prácticamente único”. Esto es, el candidato del “partido prácticamente único” ¡festejaba el fin del sistema de partido que lo había encumbrado! A nadie debe sorprender que semejante mensaje disgustara a tirios y troyanos: disgustó a los priistas porque con ese acto su candidato no sólo mostraba ingratitud, sino que además mentaba la soga en casa del ahorcado; irritó a los opositores porque a ellos simplemente no les quedaba claro aquello de que los resultados sellaban el fin del partido prácticamente único.
Más allá de la anécdota, los resultados por sí solos mostraban su naturaleza paradójica. La apabullante dimensión de la victoria priista que producían los resultados oficiales era evidente: en primer lugar, el pri había ganado el premio mayor, pues su candidato había sido oficialmente acreditado con un poco menos de 49% de la votación total, lo que le daba un cómodo margen sobre sus más fuertes contendientes, Cuauhtémoc Cárdenas, candidato común de la coalición del Frente Democrático Nacional (fdn) y del Partido Mexicano Socialista (pms),4 a quien le fueron acreditados casi 30% de los votos totales, y Manuel Clouthier del Partido Acción Nacional (pan), a quien se le acreditó algo más del 16%