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Es evidente que el siglo XX ha conocido un éxito sin precedentes de la forma de gobierno democrático. Un éxito que puede medirse no tanto por el grado de observación real de las reglas del juego democrático, sino por el incuestionable triunfo de la legitimidad de esta forma de gobierno. Los desafíos que ha conocido la democracia liberal hasta hace unas décadas, iban acompañados de intentos de justificar la viabilidad y hasta la justicia de otros modos de organizar la vida política. Hoy apenas es posible oír argumentos que justifiquen su cuestionamiento
Como señala Dahl “a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, el mundo fue testigo de un cambio político extraordinario y sin precedentes. Todas las principales alternativas a la democracia, o bien desaparecieron, o se transformaron en residuos exóticos, o se retiraron de la palestra para encerrarse en sus últimos baluartes”
Como podemos observar la democracia se ha ido extendiendo paulatinamente por todo el planeta. Tras la segunda guerra mundial los países derrotados fueron obligados por los vencedores a adoptar formas de gobierno democrático.
Tras la descolonización la mayoría de los países de África y Asia adoptaron constituciones copiadas de los países colonizadores. Pero lo cierto es que la falta de estructuras adecuadas para la prevalencia real de las instituciones democráticas. Por ello en realidad estos países se regían con sistemas de partido único o autoritarios. Otros países que se vieron llevados por la oleada democrática fueron los Latinoamericanos, pero tampoco en este caso los sistemas democráticos fueron duraderos, y pronto se vieron avocados a gobiernos autoritarios, en muchos casos gobiernos militares y en otros dictaduras civiles apoyadas por los militares.
En la zona europea que estaba bajo la influencia de la Unión Soviética al acabar la segunda guerra mundial se desarrollaron regímenes totalitarios, de economía estatal e ideología marxista, en la mayor parte de los casos impuestos por las tropas de ocupación soviéticas
En Europa España y Portugal se encontraban bajo regímenes dictatoriales; Grecia mantuvo una débil democracia que fue suprimida tras el golpe militar de 1967.
En 1974 se inició la tercera ola democratizadora y de forma casi simultánea Portugal, Grecia y España implantaron regímenes democráticos. En la segunda mitad de los setenta y a lo largo de los ochenta esta ola se extendió a los países de América Latina, y a varios países de África y Asia. En 1989 la crisis de los países del bloque comunista europeo se tradujo en el desmantelamiento de sus estructuras políticas y del monopolio del partido único que fue sustituido por democracias pluralistas.
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