Respuestas
Respuesta:
Confusas estaban la ventera y su hija y la buena de Maritornes oyendo las razones del andante caballero.
Explicación:
que así las entendían como si hablara en griego, aunque bien alcanzaron que todas se encaminaban a ofrecimiento y requiebros; y, como no usadas a semejante lenguaje25, mirábanle y admirábanse, y parecíales otro hombre de los que se usaban; y, agradeciéndole con venteriles razones sus ofrecimientos, le dejaron, y la asturiana Maritornes curó a Sancho, que no menos lo había menester que su amo.
Había el arriero concertado con ella que aquella noche se refocilarían juntos, y ella le había dado su palabra de que, en estando sosegados los huéspedes y durmiendo sus amos, le iría a buscar y satisfacerle el gusto en cuanto le mandase. Y cuéntase desta buena moza que jamás dio semejantes palabras que no las cumpliese26, aunque las diese en un monte y sin testigo alguno, porque presumía muy de hidalga27, y no tenía por afrenta estar en aquel ejercicio de servir en la venta, porque decía ella que desgracias y malos sucesos la habían traído a aquel estado.
El duro, estrecho, apocado y fementido lecho de don Quijote28 estaba primero en mitad de aquel estrellado establo29, y luego junto a él hizo el suyo Sancho, que solo contenía una estera de enea y una manta30, que antes mostraba ser de anjeo tundido que de lana31. Sucedía a estos dos lechos el del arriero, fabricado, como se ha dicho, de las enjalmas y de todo el adorno de los dos mejores mulos que traía, aunque eran doce, lucios, gordos y famosos, porque era unoVI de los ricos arrieros de Arévalo, según lo dice el autor desta historia, que deste arriero hace particular mención porque le conocía muy bien, y aun quieren decir que era algo pariente suyo32. Fuera de que Cide MahamateVII Benengeli fue historiador muy curioso y muy puntual en todas las cosas33, y échase bien de ver, pues las que quedan referidas, con ser tan mínimas y tan rateras34, no las quiso pasar en silencio; de donde podrán tomar ejemplo los historiadores graves, que nos cuentan las acciones tan corta y sucintamente, que apenas nos llegan a los labios35, dejándose en el tintero, ya por descuido, por malicia o ignorancia, lo más sustancial de la obra. ¡Bien haya mil veces el autor de Tablante de Ricamonte36, y aquel del otro libro donde se cuentaVIII los hechos del conde Tomillas37, y con qué puntualidad lo describen todo38!
Digo, pues, que después de haber visitado el arriero a su recua y dádole el segundo pienso, se tendió en sus enjalmas y se dio a esperar a su puntualísima Maritornes39.