Respuestas
Respuesta:
Durante el periodo de 1870-1960 México presentó cambios
importantes en lo referente a la vida social y la salud, ya que el 91%
de los habitantes pertenecían al sector más pobre de la población.
La alimentación de los peones era insuficiente, la higiene era
pésima, no se contaba con agua entubada, letrinas higiénicas,
baños y drenaje. En las ciudades el agua se obtenía de las fuentes,
sin que existiera interés oficial en su limpieza, siendo hasta finales
del siglo XIX cuando se implementó el drenaje sanitario. Los baños
gratuitos en 1901 daban una proporción de 1 por 12,000 habitantes, por tanto no sorprende que la gente de campo y de las
ciudades, mal nutridos, fatigados y sucios, fueran presa fácil de las
enfermedades por parásitos y de las infecciones.
Debido a este “avance social” de nuestra nación, la población
más pobre moría de hambre o de viruela, pero lo importante era
mantener un cordón sanitario entre la gente “decente” y la
plebe, y para eso bastaban 35,430 vacunas en el Distrito Federal
y 5,273 para el resto de los estados.
La precaria situación sanitaria del país decaía como consecuencia de la situación social, de tal forma el Instituto Patológico
desapareció y la Academia de Medicina fue expulsada de su
recinto en 1913. Por su parte el Instituto Bacteriológico Nacional fue disuelto y el Hospital General cambió seis veces de
director entre 1911 y 1914, era evidente que el gobierno
revolucionario no podía ocuparse de la ciencia.
Aún queda la pregunta si la revolución cumplió en definitiva con
una de las tareas más urgentes “el deber de mejorar la salud de
los mexicanos”.
Explicación:
de entonces pueden fácilmente concebirse si se toma
en cuenta lo dicho y si se recuerdan los cálculos de
Iturriaga, según quien los peones-jornaleros y los obreros constituían el 77 y el 14%, respectivamente, de la
población. Lo que dicho de otro modo puntualiza que,
en los tiempos del gobierno del general Díaz, el 91% de
los habitantes de México pertenecía al sector más
pobre de la población.3
A los bajos salarios se acompañaba una jornada de
trabajo agotadora: los peones iniciaban sus labores a las
4 a.m. trabajando hasta la puesta del sol, los gañanes lo
hacían de las 5 a.m. a las 6 p.m; mientras que en la
Ciudad de México los obreros y los dependientes de las
casas comerciales iniciaban sus actividades a las 7 a.m.
para terminar unas 13 horas más tarde. El trabajo
doméstico de los “criados” no ameritaba salario, ni
tenían horario fijo