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Chiapas: pueblos tzeltales. Oaxaca: población zapoteca y afro mexicana. Puebla: comunidades nahuas y mixtecas. Sonora: pueblos yaquis, mayos y guajirillos
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En Colombia se hablan 70 lenguas: el castellano y 69 lenguas maternas. Entre ellas 65 son lenguas indígenas, 2 lenguas criollas (palenquero de San Basilio y la de las islas de San Andrés y Providencia - creole), la Romaní o Romaníes del pueblo Room – Gitano y la lengua de señas colombiana. Además de las variaciones regionales como el costeño, el paisa, el pastuso, el rolo, etc.
Las 65 lenguas indígenas existentes son: Achagua, Andoque, Awapit, Bará, Barasano, Barí Ara, Bora, Cabiyari, Carapana, Carijona, Cocama, Cofán, Cuiba, Curripaco, Damana, Desano, Embera, Ette Naka, Hitnu, Guayabero, Ika, Inga, Kakua, Kamsá, Kichwa, Kogui, Koreguaje, Kubeo, Kuna Tule, Macuna, Miraña, Muinane, Namtrik, Nasa-Yuwe, Nonuya, Nukak, Ocaina, Piapoco, Piaroa, Piratapuyo, Pisamira, Puinave, Sáliba, Sikuani, Siona, Siriano, Taiwano, Tanimuca, Tariano, Tatuyo, Tikuna, Tinigua, Tucano, Tucuná, Tuyuca, Uitoto, Uwa, Wanano, Wayuunaiki, Wounaan, Yagua, Yanuro, Yuhup, Yukpa, Yuruti.
Para los pueblos indígenas y sus más de 400 mil hablantes en 30 de los 32 departamentos de Colombia, la lengua materna es más que un instrumento para la comunicación; la lengua estructura el pensamiento, crea vínculos, articula relaciones sociales y con el cosmos, trasmite la esencia, tradición y sabiduría de generación en generación. La lengua crea, aconseja, acompaña, transforma, sana…
“Esta celebración es muy importante para los pueblos indígenas, para reiterar al gobierno nacional y a los gobiernos del mundo, su responsabilidad de garantizar la vigencia y permanencia de las lenguas maternas, a partir del respeto por la autonomía y educación propia, como bastión principal para conservar las más de 65 lenguas indígenas que perviven en nuestro país, pues ellas son pilar para salvaguardar la cultura y pervivencia de los pueblos indígenas, especialmente los más de 60 pueblos que hoy se encuentran en riesgo de exterminio, tanto física como cultural en Colombia”, señaló Luis Fernando Arias, Consejero Mayor de la ONIC.
Y más aún, que muchas lenguas nativas están en peligro de extinción como sus pueblos, según estudio de la Universidad de los Andes y el Centro Colombiano de Estudios de la Lengua Aborígenes – CECELA “3 tienen más de 50.000 hablantes, wayú, paez, embera; 8 tienen entre 10.000 y 50.000 hablantes (guahibo o sikuani, guambiano, arhuaco o ika, inga, ticuna contando los hablantes de Perú y Brasil, tucano contando los hablantes de Brasil, cuna contando los hablantes de Panamá, piaroa contando los hablantes de Venezuela; 9 tienen entre 5.000 y 10.000 hablantes (cuaiquer o awá, kogui, waunana, puinave, wuitoto, curripaco contando los hablantes de Venezuela, piapoco contando los hablantes de Venezuela, yaruro más que todo presente en Venezuela, yuco contando los hablantes de Venezuela); 11 tienen entre 1.000 y 5.000 hablantes (tunebo o u'wa, cubeo, camsá, wiwa, barí, cofán, cuiba, coreguaje, sáliba, guayabero, yagua contando los hablantes de Perú); 34 tienen menos de 1.000 hablantes (totoró, barasano, desano, wanano, piratapuyo, achagua, andoke, bará, bora, cabiyarí, carapana, carijona, chimila, cocama, hitnu, macuna, cacua, nukak, hupda, yuhup, miraña, muinane, nonuya, ocaina, pisamira, siona, siriano, tanimuka, tariano, tatuyo, tinigua, tuyuca, yucuna, yurutí)”.
Por ejemplo, el mhuysqhubun, lengua nativa del pueblo Muisca (Mhuysqa), que habitó el territorio hoy llamado Bogotá (Muequetá / Bacatá), fue declarada extinta oficialmente en el siglo XVIII, sin embargo, dejó huella en el habla de los habitantes del Altiplano Cundiboyacense en lo que hoy es considerado muisquismos, como los nombres de sus territorios: Timiza, Bosa, Chucua, Tunjuelito, Usaquén, Soacha, Suba, Fontibón, Teusaquillo, Bochica, Bachue, Chía, Fusa, Cota, Zipaquirá, Tunja… Es en estas épocas, cuando despierta lo que se creía muerto: la historia y memoria ancestral. Memoria guardada en los territorios y que se niega a desaparecer, memoria que inquieta a sus habitantes y descendientes, memoria lingüística que pide a gritos su revitalización.
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