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La oxidación es un proceso químico que combina hierro (Fe) y oxígeno (O) para formar óxido de hierro. Durante esta reacción química, los átomos de hierro pasan electrones a los átomos de oxígeno. ... Esto se debe a que la humedad actúa como catalizador de la reacción de oxidación, acelerando y potenciando el proceso.
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La oxidación es un proceso químico que combina hierro (Fe) y oxígeno (O) para formar óxido de hierro. Durante esta reacción química, los átomos de hierro pasan electrones a los átomos de oxígeno. A esa transferencia se la llama oxidación.
En el proceso los átomos están unidos entre sí. Durante el proceso de transferencia de electrones el agente reductor es el que cede sus electrones, es decir, es el que se oxida. Y el elemento que se queda con los electrones del otro es el agente oxidante, quedando en un estado de oxidación menor al que tenía inicialmente.
Perder un solo electrón es suficiente para que se inicie el proceso de oxidación de un elemento. Sin embargo, no todos los materiales que se exponen a la acción del oxígeno se oxidan. Por ejemplo, el hierro se oxida cuando entra en contacto con el oxígeno, pero su proceso de oxidación es generalmente muy lento. Sin embargo, en zonas costeras o de ambiente húmedo el hierro se oxida antes y en mayor cantidad que en zonas secas. Esto se debe a que la humedad actúa como catalizador de la reacción de oxidación, acelerando y potenciando el proceso.
Y es que el principal catalizador para la oxidación es el agua. Aunque las estructuras de hierro y acero parecen sólidas para el ojo humano, las moléculas de agua pueden penetrar por brechas microscópicas en el metal. Esto inicia el proceso de corrosión. Si además hay sal presente, como por ejemplo en el agua de mar, la corrosión será más rápida. La exposición al dióxido de azufre y al dióxido de carbono también acelerará el proceso corrosivo.
Otros materiales como el cobre también se oxidan, pero produce lo que se denomina óxido de cobre, puesto que genera una sustancia verdosa (distinta al óxido de color rojizo del hierro).
La oxidación hace que el metal se expanda, al tiempo que lo debilita y lo vuelve quebradizo y escamoso. El óxido es permeable al aire y al agua, por lo que el metal que queda debajo de la capa de óxido sigue su proceso de corrosión. Esto puede hacer que los clavos y otras herramientas o piezas de hierro se resientan y no puedan cumplir con su uso adecuadamente. En ocasiones, la corrosión que produce el óxido en el hierro es tan grande, que puede hacer comprometer la seguridad de ciertas estructuras.
El óxido no solo es antiestético, sino que también es dañino para el metal. Cuanto más tiempo permanezca en él, más se corroe dicho metal. Así hasta que finalmente se lo comerá por completo.
Por eso, a continuación vamos a ver algunos trucos para quitar el óxido a los clavos y otras herramientas de hierro.
El ácido, específicamente el ácido cítrico o el ácido acético, es una excelente forma de eliminar el óxido, especialmente si se ha formado en partes que pueden eliminarse y empaparse fácilmente. Si quieres eliminar el óxido de clavos o tornillos, retíralos y sumérgelos en vinagre.
Coge una botella de plástico de medio litro y coloca los clavos o tornillos dentro cubriéndolos generosamente con vinagre blanco (algunos dicen que el vinagre de sidra de manzana funciona mejor, pero cualquier vinagre blanco debería funcionar). Pon la tapa y agita la botella. Deja en remojo los clavos o tornillos durante un día aproximadamente y después sácalos y sécalos con un paño.
Saldrán brillantes y sin restos de óxido. En caso de que queden vestigios de la oxidación, repite el proceso para que el ácido tenga más tiempo para actuar.
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