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Respuesta:Queridos lectores quiero poder compartir con ustedes algunas perspectivas en torno a si la irrupción del COVID-19 es acaso un castigo divino. Para tratar de responder a esta respuesta que ya la adelanto diciendo que el coronavirus NO ES UN CASTIGO DIVINO, SINO QUE ES UN MOVIMIENTO PROPIO DE LA AUTONOMÍA DE LA CREACIÓN, vamos a recurrir a textos bíblicos, antecedentes magisteriales y algunas reflexiones en medio de este tiempo de Pascua.
El que crea que el COVID-19 fue enviado por Dios para purificar nuestra pecaminosa humanidad, esa persona no ha creído en el Dios de Jesús, en el Padre amoroso que ama la vida y regala Vida en abundancia (Cf. Jn 10,10). Hablar de un Dios castigador, masoquista, medio titiritero que busca que sus hijos e hijas sufran para salvarse, es una afrenta contra el mismo Evangelio, y por ende una afrenta contra el mismo Dios.
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Espiritualidad en tiempos de contagio
Son tiempos de preocupación, de cuidado, de autocuidado y de cocuidado. La irrupción del virus COVID-19, llamado popularmente como el “coronavirus”, nos afecta a todos de alguna u otra manera. Es interesante la palabra “afectación”, la cual indica que algo nos impacta, nos importa, nos concierne. El virus en expansión nos afecta, nos daña, nos recuerda cuan vulnerables somos. El filósofo Karl Jasper habla de las “situaciones límites”, es decir, de todas aquellas cosas que hacen que el ser humano recuerde su precariedad y vulnerabilidad: la enfermedad, el dolor, el fracaso, la muerte. A partir de esto, me surge la pregunta de cómo pensar una espiritualidad en tiempos de contagio. ¿Qué le dice la experiencia espiritual al contagio y qué nos aporta el contagio a nuestra comprensión de la espiritualidad? Son algunas de las cosas que buscamos ofrecer en esta columna
Explicación: