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La vocación misionera es un don de Dios, un regalo de Dios y no un plan que uno se monta para sí mismo. El punto de partida es una experiencia del amor de Dios que tiene con cada persona. La misión en si misma contiene “pro-vocaciones”, las produce y las siembra en el corazón de las personas. Pero hay que tener en cuenta que de los 7.000 millones de personas que poblamos el planeta, 4.000 millones no conocen a Jesús. Este dato revela que el mandato misionero del Evangelio, “ir por el mundo a anunciarlo”, apenas está en desarrollo y que es mucha la misión que le queda por hacer a la Iglesia, a ti y a mí a favor de la misión.
Explicación:
CORONITA PORFA _0
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