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Una señora que daba siempre limosna a un mendigo afuera de la iglesia, se llevó la mano a la bolsa ese día y se dio cuenta con asombro que había olvidado su monedero en casa.
El mendigo mantenía la mano extendida hacia ella, así que con tacto y amabilidad y un poco apenada le dijo al mendigo: -“Discúlpeme usted, hoy no tengo dinero para darte, pero al menos puedo estrecharte la mano”, y así lo hizo la señora, con sincera naturalidad de sentimiento. Él no se dejó ganar en cortesía, aceptó el apretón de manos y le respondió: -“hoy usted me ha dado más que todos los otros día"
espero que te sirva :)
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