• Asignatura: Castellano
  • Autor: nicolegonzalesreynas
  • hace 2 años

¿Qué quiere decir la frase "poner los puntos sobre las íes"?
Al Pie de la Letra

Era, en 1835, el general Salaverry jefe supremo de la nación peruana y entusiasta admirador de la bizarría de Paiva. Cuando Salaverry ascendió a teniente era ya Paiva capitán. Hablábanse tú por tú, y elevado aquél al mando de la República no consintió en que el lancero le diese ceremonioso tratamiento.
Una tarde llamó Salaverry a Paiva, y le dijo:
– Mira, en tal parte es casi seguro que encontrarás a don Fulano y me lo traes preso; pero si por casualidad no lo encuentras allí, allana su casa.
Tres horas más tarde regresó el capitán y dijo al jefe supremo.
– La orden queda cumplida en toda la regla. No encontré a ese sujeto donde me dijiste: pero su casa la dejé tan llana como la palma de mi mano y se puede sembrar sal sobre el terreno. No hay pared en pie.
Al lancero se le había ordenado allanar la casa y como él no entendía de dibujos ni de floreos lingüísticos, cumplió al pie de la letra.
Salaverry, para esconder la risa que le retozaba, volvió la espalda murmurando:
– ¡Pedazo de bruto!
* * *
Tenía Salaverry por asistente un soldado conocido por el apodo de Cuculí, regular rapista a cuya navaja fiaba su barba el general.
Cuculí era un mozo limeño, nacido en el mismo año que don Felipe Santiago. Juntos habían mataperreado en la infancia, y el Presidente abrigaba por él casi fraternal cariño.
Cuculí era un tuno completo [...] Abusando del afecto del Presidente cometía barrabasada y media. Llegaban las quejas al Presidente, y éste unas veces enviaba a su barberillo arrestado a un cuartel, o lo plantaba en cepo de ballesteros, o le arrimaba un pie de paliza.
– Mira canalla– le dijo un día don Felipe– de repente se me acaba la ciencia, se me calienta la chicha y te fusilo sin misericordia.
El asistente levantaba los hombros, como quien dice «¿Y a mí qué me cuenta usted?» Sufría el castigo, y rebelde a toda enmienda, volvía a las andadas. Gorda, muy gorda debió de ser la queja que contra Cuculí le dieron una noche a Salaverry, porque dirigiéndose a Paiva, dijo:
– Llévate ahora mismo a este bribón al cuartel de Granaderos, y fusilalo entre dos luces.
Media hora después regresaba el capitán y decía a su general:
– Ya está cumplida la orden.
– ¡Bien! – contestó lacónicamente el Jefe Supremo–.
– ¡Pobre muchacho! – continuó Paiva – Lo fusilé en medio de dos faroles.
Para Salaverry, como para mis lectores entre dos luces significa al rayar el alba.
Metáfora usual y corriente. Pero ... ¿venirle con metaforitas a Paiva?
Salaverry, que no se había propuesto sino atemorizar a su asistente y enviar la orden de indulto una hora antes de que rayase la aurora, volvió la espalda para disimular una lágrima, murmurando otra vez:
– ¡Pedazo de bruto!
Desde ese día quedó escarmentado Salaverry para no dar a Paiva encargo o comisión alguna. El hombre no entendía de acepción figurada en la frase. Había que ponerle los puntos sobre la íes.
Pocos días antes de la batalla de Socabaya, hallábase un batallón del ejército de Salaverry acantonado en Chacllapampa. Una compañía boliviana, desplegando en guerrilla, se presentó sobre una pequeña eminencia, y aunque sin ocasionar daño con sus disparos de fusil, provocaba a los salaverrinos.
– Dame unos cuantos lanceros – dijo el capitán Paiva – y te ofrezco traerte un boliviano a la grupa de mi caballo.
– No es preciso – le contestó don Felipe.
– Pues, hombre, van a creer esos cangrejos que nos han metido el resuello y que les tenemos miedo.
Y sobre este tema siguió Paiva majadereando y majadereó tanto que, fastidiado, Salaverry le dijo:
– Déjame en paz. Haz lo que quieras. Anda y hazte matar.
Paiva escogió diez lanceros de la escolta, cargó neciamente sobre la guerrilla, que contestó con nutrido fuego de fusilería: la desconcertó y dispersó por completo, e inclinándose el capitán sobre su costado derecho, cogió del cuello a un oficial enemigo lo desarmó y lo puso a la grupa de su caballo, entonces emprendió regreso al campamento; tres lanceros habían muerto en esa heroica embestida, y varios de los restantes volvieron heridos.
Al avistarse con Salaverry, gritó Paiva:
– Manda tocar diana. ¡Viva el Perú!
Y cayó del caballo para no levantarse jamás. Tenía dos balazos en el pecho y uno en el vientre.
Salaverry le había dicho: ¡Anda, hazte matar! . Y decir esto a quien todo lo entendía al pie de la letra, era condenarlo a muerte.
Yo no lo afirmo, pero sospecho que Salaverry, al separarse del cadáver, murmuró conmovido:
– ¡Valiente bruto!

Respuestas

Respuesta dada por: gabrielaroapena17
1

no se perdon

Explicación:


nicolegonzalesreynas: no pongas respuesta por puntos
gabrielaroapena17: perdon
gabrielaroapena17: lo se
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