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Japón declaró la guerra a Rusia el 10 de febrero de 1904, dos días después de atacar por sorpresa la base rusa de Port Arthur; a lo largo de año y medio se desarrollaría una serie de combates terrestres sobre suelo de Corea y Manchuria así como marítimos en el Mar de Japón y en el Mar Amarillo; el final del conflicto se data el 5 de septiembre de 1905 con la firma del Tratado de Portsmouth.
Son varios y numerosos los factores que llevaron al estallido del conflicto, siempre dentro del contexto de la carrera colonialista de las potencias occidentales en Asia y del afán japonés por “catching up with the West” que había llevado al país a la Guerra Sino-Japonesa de 1894. La victoria en esta guerra hizo que Japón empezase a formar su propio imperio, algo que puso en guardia a las otras potencias. Rusia, que tenía sus propios intereses en Manchuria y Corea, rápidamente convenció a Francia y Alemania, en lo que se llamó la Triple Intervención, de persuadir a Japón para que devolviese a China la recientemente adquirida península de Liaodong por el bien de la estabilidad en la región.
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Con el análisis de las fuentes podemos concluir que el interés que despertó la guerra ruso-japonesa en España se debe a que esta era vista como un hecho que, pese a su lejanía, podía afectar de alguna manera al país. Al margen de las diferencias que pudiera haber entre las distintas fuentes, pues cada una ponía mayor atención al aspecto que más importante consideraba, podemos afirmar que se temió desde un principio que, dada la situación política internacional, esta guerra preludiara a otra mayor, en la que se vería involucrada una parte importante de Europa, si no toda. A su vez, el enfrentamiento entre rusos y japoneses también podía afectar a los mercados internacionales, tal como comentaba el cronista de La ilustración española y americana.
Queda así corroborada la hipótesis II, la cual defiende que la atención prestada al conflicto se debía al temor de que desencadenara una guerra mayor, la cual si podría afectar directamente a España. Por consiguiente convenía seguirlo, aunque fuese de manera indirecta por medio de la prensa y los cronistas extranjeros.