¿cuales son las 3 dimensiones de reflexivilidad en el trabajo de campo?​

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Respuesta dada por: yharold05acosta
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La literatura antropológica sobre trabajo de campo ha desarrollado desde 1980 el concepto de reflexividad como equivalente a la conciencia del investigador sobre su persona y los condicionamientos sociales y políticos. Sin embargo, otras dos dimensiones modelan la producción de conocimiento del investigador.

El objetivo del trabajo de campo consiste en recabar información y material empírico que permita especificar problemáticas teóricas, reconstruir la organización y la lógica propias de los grupos sociales y reformular el propio modelo teórico, a partir de la lógica reconstruida de lo social.

Estos objetivos no se concretan en etapas sucesivas sino a lo largo de un solo y mismo proceso. Prácticas teóricas, de campo y del sentido común se reúnen en un término que define al trabajo de campo: la reflexividad.

En su cotidianidad, la reflexividad indica que los individuos son los sujetos de una cultura y un sistema social: respetan determinadas normas y transgreden otras; se desempeñan en ciertas áreas de actividad, y estas acciones, aunque socialmente determinadas, las desarrollan conforme a su decisión y no por una imposición meramente externa. A partir de la iniciación de la relación de campo, la reflexividad de cada una de las partes deja de operar independientemente, y esto ocurre por más que cada uno lleve consigo su propio mundo social y su condicionamiento histórico.

En un segundo sentido, más específico, aludimos a la reflexividad desde un enfoque relacional, no ya como lo que el investigador y el informante realizan en sus respectivos mundos sociales, sino como las decisiones que toman en el encuentro, en la situación del trabajo de campo. De modo que, en la situación de campo, el investigador no es el único estratega, y las técnicas de obtención de información tienen como eje esta premisa.

La reflexividad en el trabajo de campo es el proceso de interacción, diferenciación y reciprocidad entre la reflexividad del sujeto cognoscente -sentido común, teoría, modelo explicativo de conexiones tendenciales— y la de los actores o sujetos/objetos de investigación.

En los hechos, la reflexividad ha quedado limitada a la de los informantes. La reflexividad del investigador no se ha tomado en cuenta, poniendo de manifiesto una concepción en la cual ella no desempeñaría ningún papel relevante para el conocimiento.

El trabajo de campo implica un pasaje de la reflexividad general, válida para todos los individuos en tanto seres sociales, hacia la reflexividad de aquellos que toman parte en la situación de trabajo de campo, desde sus roles de investigador o informantes. Este proceso está íntimamente ligado con el aprendizaje de perspectivas no sociocéntricas.

El antropólogo y la población provienen de dos universos de significación, de dos mundos sociales diferentes.

El investigador se encuentra con comportamientos y aseveraciones inexplicables que, a los fines de la exposición, distinguimos en dos órdenes: por una parte, el mundo social y cultural propio de los sujetos cuya lógica el investigador intenta dilucidar; por la otra, las reacciones y conductas de la situación de campo propiamente dicha.

La reflexividad adopta, sobre todo en esta primera etapa, la forma de la perplejidad. El investigador no alcanza a dilucidar el sentido de las respuestas que recibe, ni las reacciones que despierta su presencia; puede sentirse incomprendido en sus propósitos, o que molesta y frecuentemente no sabe qué decir ni preguntar. Los informantes, por su parte, desconocen qué desea el investigador al instalarse en su vecindario, o cuando conversa con su gente, al tiempo que no pueden remitir a un común universo significativo las preguntas que aquél les formula.

En el campo, estos modelos, que no son sólo teóricos sino también políticos, culturales y sociales, se confrontan inmediatamente —se advierta o no— con los de los actores.

Es necesario encarar, un control permanente por el cual el investigador reconozca y explicite el origen de los supuestos, de las inferencias y de los datos.

El investigador está en constante relación con los sujetos que estudia y, por lo tanto, en permanente diálogo con ellos. Este diálogo entraña un complejo circuito donde son más frecuentes las contradicciones, los malentendidos y los contrastes, que los acuerdos y las revelaciones inmediatas.

Debe quedar claro que es con esto con lo que se encuentra el investigador que sale al terreno y es a partir de esto que construye sus descripciones y explicaciones. De ahí que, desde esta perspectiva, el trabajo de campo aparezca como la instancia mediadora imprescindible del conocimiento social entre investigador e informantes.

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