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En la riqueza de las naciones, no hay ningún apartado o capítulo expresamente dedicado al sistema filosófico, que pueda servirnos de referencia para la descripción del comportamiento económico. Sin embargo, la obra sí tiene un hilo conductor: en la economía como en los otros campos de la vida social existe un orden natural que es el resultado "simple y evidente" de la búsqueda permanente del interés personal en el marco del libre ejercicio de las tendencias innatas al individuo. Estas tendencias naturales de los seres humanos, que Smith analiza en la Teoría de los Sentimientos Morales (1759), son: el egoísmo, la facultad de la simpatía, el deseo de libertad, el sentido de la propiedad, el hábito del trabajo y la propensión a intercambiar. El juego de estas tendencias hacen que cada individuo persiga su propio interés, y que cada quien sea, al mismo tiempo, el mejor juez de su comportamiento y el agente más eficiente de sus intereses.
El ejercicio de estas tendencias constituye un juego sutil de pesos y contrapesos que son al mismo tiempo factores de equilibrio. El egoísmo está contrabalanceado por la facultad de la simpatía (que lleva a cada uno a ponerse en el lugar del otro y a reconocer y respetar su libertad y su propiedad), de modo que los frutos del trabajo personal pueden ser objeto de intercambio en el mejor interés de todos. Es así como la búsqueda del interés personal conduce al bien común. Una "mano invisible", organiza, equilibra, armoniza los intereses individuales en el bienestar colectivo, alcanzando el óptimo social como un resultado involuntario e ideal de la conducta espontánea de los hombres.
En gran parte, es gracias a la división del trabajo como la búsqueda del interés individual se convierte en la base de la cohesión social. Con la especialización, cada uno aumenta su productividad, y con ello aumenta también su excedente intercambiable. Pero, al mismo tiempo, cada cual se hace dependiente del trabajo ajeno ("el hombre tiene permanentemente necesidad del socorro de sus semejantes"). Pero, "en vano (cada quien) esperará que sus necesidades se atiendan apelando a la benevolencia del otro. Será mucho más seguro si se dirige a su interés personal y si le persuade de su propia ventaja que obtiene haciendo lo que de él se espera..... Dáme los que de tí necesito y yo te daré aquello de lo que careces" (p.46). En resumen, la búsqueda del interés personal conduce a cada uno a especializarse y a producir los bienes deseados por el otro. La consecuencia práctica es inmediata: hay que dejar hacer a los individuos, universalizar el laisser faire y la racionalidad individual conducirá de un modo natural a la racionalidad colectiva.
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