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Jeremías 38
38.4, 5 No sorprende que Judá estaba revuelta: el rey estaba de acuerdo con todos. Escuchó a Jeremías (37.21); luego estuvo de acuerdo en matar a Jeremías (38.5); y finalmente lo rescató (38.10). Jeremías no era popular, sus palabras socavaron la moral del ejército y del pueblo. Sedequías no pudo decidirse entre la opinión pública y la Palabra de Dios. ¿Qué influye más en su vida: lo que otros dicen y piensan o lo que Dios quiere? 38.6 Los funcionarios pusieron a Jeremías en una cisterna para matarlo. Una cisterna era un gran hoyo en la tierra revestido de piedras para recolectar el agua de lluvia. El fondo debe haber sido oscuro, húmedo y, en este caso, lleno de lodo. Jeremías pudo haberse ahogado, morir por abandono o de hambre dentro de ella. 38.6 Los líderes de Judá persiguieron a Jeremías en repetidas ocasiones por proclamar fielmente los mensajes de Dios. Durante cuarenta años de ministerio fiel, no recibió aclamación alguna, ni amor, ni el pueblo lo siguió. Lo golpearon, encarcelaron, amenazaron y hasta forzaron a dejar su pueblo natal. Solo los babilonios paganos le mostraron algo de respeto (39.11, 12). Dios no garantiza que sus siervos escapen de la persecución, incluso cuando son fieles. Pero El sí promete estar con ellos y darles la fortaleza para soportar (2Co 1:3-7). Cuando ministre a otros, reconozca que su servicio es para Dios y no solo para la aprobación humana. Las recompensas de Dios son fieles, pero no siempre durante nuestro transitar en esta tierra. 38.7, 8 La puerta de Benjamín era una de las entradas de la ciudad de Jerusalén donde se trataban los asuntos legales. Un funcionario del palacio, Ebed-melec, tuvo acceso al rey. Cuando escuchó de la situación de Jeremías, fue inmediatamente a lidiar con esta injusticia. 38.9-13 Ebed-melec temía más a Dios que al hombre. De entre todos los funcionarios del palacio fue el único que se levantó en contra de esta confabulación para asesinar a Jeremías. Su obediencia le pudo haber costado la vida. Debido a que obedeció, sin embargo, le perdonaron la vida cuando Jerusalén cayó (39.15-18). Usted puede ir junto con la multitud o hablar a favor de Dios. Por ejemplo, cuando traten a alguien con desdén o injusticia, acérquese a esa persona con el amor de Dios. Quizás sea el único que lo haga. Y, cuando a usted mismo lo traten con injusticia, asegúrese de agradecer a Dios cuando envíe a un "Ebed-melec" en su camino. 38.27 Los funcionarios querían información precisa, pero no la verdad de Dios. Querían utilizar esta información en contra de Dios, de su profeta y del rey. Sin embargo, Jeremías dijo a los príncipes solo lo que el rey le ordenó que dijera. No debemos callar la verdad de Dios a los demás, pero debemos ocultar la que se usará para dañar al pueblo de Dios.
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