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Apenas recién estrenada, llega a la sala LAVA-Concha Velasco la inmersión de José Luis Gómez y su Teatro de la Abadía en 'El Principito' de Antoine de Saint-Exupéry. Es un viaje al revés en el que el niño rubio es ya un exiliado casi anciano al encuentro de la muerte. Una propuesta «sencilla pero hermosa e inmensa» insiste el veterano actor (Huelva, 1940), que ha optado por un registro de 'clown' para no abandonar nunca la niñez. Fin de semana con ración doble del mito del autor francés ya que Teatro Silfo ofrecerá el domingo su propia versión, esta sí más adaptada al público infantil.
Este no es un 'Principito' exactamente para niños. ¿Cómo ha sido esta pequeña transgresión del clásico?
Es un espectáculo de apariencia pequeña pero inmenso y con uno de los grandes directores europeos como Roberto Ciulli. Ha hecho una enorme condensación para ir a lo más esencial. Y a la vez ha llenado el espectáculo de humor y ternura.
Y plantea la historia al revés.
Sí, es un principito interpretado por un hombre mayor que se dirige al final de su viaje. Esta propuesta intenta que la poesía del libro llegue intacta al escenario.
Y eso solo se podía hacer con una propuesta casi minimalista.
Es muy puro, de una enorme pureza y con lo esencial, igual que lo era el libro. Además, Saint-Exupéry era más un poeta que un narrador y siempre se trasluce el poeta que llevaba dentro. Usamos un lenguaje que no es el de la pura narrativa.
Es un viaje hacia la muerte, algo de lo que normalmente huimos e incluso cada vez la excluimos más del rito social. ¿Aquí se construye para darle sentido?
Es un viaje hacia el sentido de la muerte, claro. Para mí morir es volver al origen de donde se viene, a la fuente. Conlleva una pérdida física y existir parece ligado al tiempo y a la materialidad. Pero hay otros planos de ser más que existir. Por eso he hecho este espectáculo. Intento que los textos que hago me den algo personal y, a través de mí, al espectador.
Decía Saint-Exupéry que todos somos unos exiliados por tener que abandonar la niñez. ¿Es la primera 'estación' de ese viaje final?
Sin duda. La niñez es el comienzo del viaje y es maravilloso. Ahí hay una pureza y el trabajo del adulto es recuperarla.
Siguiendo con el pensamiento del escritor francés, a él le gustaba decir que lo importante son las relaciones y no la materia. Vivimos en un mundo que viaja hacia lo contrario y en el que lo material manda en todos los ámbitos.
Bueno vivimos en muchos mundos. En este mundo, como le diría Horacio a Hamlet, hay 'más mundos del que entiende tu filosofía'. El mundo más aparente es ese en el que nos tienen inmersos la política, los sistemas sociales, pero no es el único. Por otra parte, no es el único ni el único plano, solo es el más inmediato, el que nuestros sentidos perciben más.
Usted no leyó 'El Principito' hasta que fue padre. ¿Hay un claro homenaje a su hija Clara?
No quise hacer 'El Principito' para mi hija hasta que conocí el trabajo de Roberto Ciulli, que lo ha condensado entero. Y luego, para volver al mundo de la infancia, hemos utilizado el 'clown', levemente porque es una técnica muy invasiva y tiene mucho de mecánica a veces, por eso es un payaso muy suavizado y solo pretende ser una clave para entrar en la niñez.
Quienes lo han visto ya hablan de un aire muy Samuel Beckett en esta propuesta, lo que probaría la gran huella que ha dejado en Teatro de La Abadía de 'Fin de partida', el primer Beckett con el que se atrevió la compañía hace tres temporadas.
El teatro contemporáneo sin Beckett no sería lo que es. Sin Beckett no habría Harold Pinter. Sin Beckett no habría Mamet, ni muchísimos otros nombres. Fue un auténtico revolucionario y muy radical y, por lo tanto, todavía inaccesible hoy para muchos. Pero también es inaccesible para muchos Kandinksy o Rotko, lo cual no quiere decir que sean absolutos puntos de inflexión en la historia del arte. Y el autor irlandés lo era y además irrenunciable, conquistó nuevas zonas de expresión a través del lenguaje, todo un territorio que no estaba. Y es verdad, hay un perfume de Beckett y más tratándose de una obra que habla del viaje al origen. Y además Ciulli ha hecho mucho Beckett y lo ha hecho muy bien. Pero este es un viaje maravilloso que, tras 'Final de partida', que fue un descenso muy duro a las tinieblas, es un ascenso a la luz.
Aún no se ha estrenado en su sillón 'z' minúscula de la Real Academia para sustituir al fallecido Francisco Ayala.
El teatro aún no me ha dejado tiempo para el discurso pero ¡me pongo ya! Además, mi labor en los escenarios tendrá que ir cediendo paulatinamente porque es lógico
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