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Respuesta:
Jesús y sus discípulos están en una barca, atravesando el mar de Galilea, y de pronto se levanta una gran tempestad de viento y olas que comienza a anegar la embarcación en la que navegaban. Los discípulos estaban desesperados y Jesús dormía. Las circunstancias estaban fuera de control; la barca, pronta a hundirse. Todo parece morir, pero Jesús está durmiendo en completa tranquilidad. Es entonces cuando la actitud de Jesús nos revela y nos enseña un gran principio: Tenemos autoridad sobre toda tormenta, y por eso podemos dormir. En otras palabras, si encuentras paz en medio de tus problemas, eso es autoridad.
Jesús tenía paz, por eso dormía en medio de la tormenta. Podía descansar porque había paz en su interior. Entonces aprendemos algo más: Lo que hay en nuestro interior es clave para responder a lo que ocurre a nuestro alrededor. Si estás lleno de temor, crearás un mundo exterior de temor. Si estás lleno de enojo, crearás una atmósfera de enojo. Si estás lleno de resentimiento, trasladarás al mundo exterior el resentimiento que hay en tu interior. Terminarás exteriorizando lo que hay dentro de ti y construirás el mismo ambiente que existe en tu interior.
Para cambiar lo que nos rodea, primero tenemos que transformar nuestro interior. Cuando estoy en armonía con Jesús puede haber paz en mí.
Jesús les enseñó a sus discípulos la siguiente oración: «Venga tu reino». Una de las características del Reino es la paz. Cuando el reino de Dios viene a nuestra vida, a nuestra familia, a nuestro hogar, viene la paz; las tormentas comienzan a disiparse y llega la calma. Debemos traer el Reino a nuestro corazón: eso hizo Jesús. Él estaba experimentando una paz que los otros no tenían y que era mayor que toda tormenta. ¡Tú tienes esa paz, porque Jesús vive dentro de ti!
Nuestra comunión con Dios es lo que nos da autoridad en las tormentas. Nuestra autoridad como padres, como jefes, como líderes, se basa en nuestra comunión con Dios y es ahí donde también encontraremos la paz.
«En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.»