Una nueva manera de enseñar:
Cuando Jesús comenzó a predicar, la gente se admiraba de su forma de enseñar, tan diferente a la de los maestros de la ley. Su lenguaje era muy sencillo, utilizaba parábolas y comparaciones sacadas de la vida diaria. Al escucharlo se asombraban de la sabiduría de sus palabras porque cuanto pronunciaba les tocaba el corazón. No faltaron quienes confundidos se preguntaban entre ellos: ¿De dónde le vendrá tanta sabiduría si no tiene ninguna preparación y ningún título?
Jesús no tenía oyentes especiales o pagados como era costumbre difundida entre los otros maestros de Israel. Él se dirigía a todos los que querían escucharle, acogía con cariño inclusive a las mujeres que en su tiempo no eran consideradas como personas que merecían instrucción.
Los niños ocupaban un lugar muy especial en el corazón de Jesús, por eso en sus enseñanzas los pone como ejemplo, el que no se hace sencillo y abierto como ellos no podrá comprender sus enseñanzas.
Jesús fue un hombre coherente, todo lo que predicó y enseñó lo vivió, a diferencia de los fariseos y jefes religiosos que no practicaban sus propios sermones. Por eso, las gentes cuando lo escuchaban quedaban convencidas y cambiaban la manera de vivir.
Él hablaba con autoridad, sin imponerse, buscando que aprendieran a descubrir la presencia de Dios en la realidad. Las palabras de Jesús tenían la fuerza de Dios, porque decía y enseñaban todo lo que el Padre nos quería enseñar. Jesús estaba muy unido con su Padre.
elabora en una hoja un resumen de cinco renglones.
Respuestas
Respuesta:
uan 21, 1-19.
En aquel tiempo, Jesús se apareció a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, Los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
—Me voy a pescar.
Ellos contestan:
—Vamos también nosotros contigo.
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
—Muchachos, ¿tenéis pescado?
Ellos contestaron:
—No.
Él les dice:
—Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
—Es el Señor.
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
—Traed de los peces que acabáis de coger.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y, aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
—Vamos, almorzad.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da; y lo mismo el pescado.
Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
Él le contestó:
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
—Apacienta mis corderos.
Por segunda vez le pregunta:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Él le contesta:
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Él le dice:
—Pastorea mis ovejas.
Por tercera vez le pregunta:
—Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si le quería y le contestó:
—Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
—Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras.
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió:
Explicación: