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ExplicaciLA PATERNIDAD DE DIOS
Al abordar este tema nos hallamos en el corazón de nuestra fe. Nos
acercamos a la raíz de nuestra identidad cristiana. Invocar a Dios, como
Padre Nuestro, es a la vez ahondar en nuestra identidad de hijos. Escribe
San Cipriano: «El hombre nuevo, que ha renacido y vuelto a su Dios
por la gracia, dice primero: “¡Padre!”, porque ha sido hecho hijo»1
.
Karl Barth señala, como primera condición para el trabajo del teólogo, una indicación que podemos extender a todo creyente: la capacidad de admirar (el estupor: qaumavzein). Sólo así se preserva el misterio
del desgaste de lo rutinario. En un libro intitulado Sobre el Cristianismo,
Julián Marías observaba: «Se ha debilitado de manera increíble la conciencia de misterio, la admiración —en el grado sumo que se llama
adoración— por su grandeza, su bondad, su supremo valor». Y más
adelante indica: «Se ha evaporado lo que fue el torso de la fe cristiana:
la gratitud a Dios creador (...). Un paso más es el envaguecimiento de
la visión de Dios como Padre —núcleo esencial del cristianismo—, tal
vez arrastrada por el descrédito actual de lo que se llama “paternalismo”, que suele confundirse con la paternidad»2
. «Padre —escribe Charles Journet— es una palabra que todos los hombres conocen y que es
plena de misterio. Ya aquí abajo, la paternidad es un hermoso misterio
del orden natural. Mientras más grandeza y dignidad tiene un hombre,
más comprende lo que es haber sido elegido para dar la vida, conservarla y dirigirla. Esta paternidad no es más que una pobre cosa en
comparación con la paternidad divina»3
. Hemos, pues, de sumergirnos, movidos por el Espíritu, en el misterio.
1. S. CIPRIANO, De Dominica oratione, 9: PL 4,525A; en CEC, n. 2782.
2. Julián MARÍAS, Sobre el Cristianismo, p. 13.
3. Charles JOURNET, Notre Père qui es aux cieux, Edits. S. Ag., p. 30.
LA PATERNIDAD DIVINA
Y LA PATERNIDAD EN LA FAMILIA
CARD. ALFONSO LÓPEZ TRUJILLO
45-lópez-trujillo 23/2/09 08:30 Página 667
El misterio de la paternidad es no sólo la clave para comprender
nuestra última y profunda verdad, sino también para entrar en una
nueva relación con los demás y para introducirnos en el misterio de la
Familia de Dios, en la familia que es la Iglesia, y también en la dimensión de la Iglesia doméstica.
Quisiera primero hacer un rápido recorrido por algunos textos que
he reunido meditando, en este año dedicado a Dios Padre, para introducirnos luego en algunas consideraciones de tonalidad más pastoral,
en relación con la paternidad en la familia.
1.1. Dios Padre: Padre mío, Padre nuestro
¿En dónde hallamos la novedad de poder invocar a Dios como Padre? Es verdad que la invocación a Dios como Padre es conocida en
muchas religiones y que, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica,
«la divinidad es con frecuencia considerada como “padre de los dioses
y de los hombres”»4
. Sin embargo, poder llamar con toda verdad a
Dios Nuestro Padre adquiere una absoluta novedad. Esta novedad es
subrayada por el Catecismo de la siguiente manera: «Jesús ha revelado
que Dios es “Padre” en un sentido nuevo»5
. En el Padre Nuestro nos
referimos a Dios en «una relación totalmente nueva con Dios»6
. Ya Romano Guardini, en su libro La Oración del Señor lo observaba. «Las religiones primitivas de todos los pueblos occidentales tienen un padre