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Explicación:
Woldenberg, José, (2012) Historia mínima de la transición democrática en México. México, El Colegio de México.
Licenciada en Sociología y Maestra en Ciencia Política, UNAM. Doctora en Ciencias Sociales, El Colegio de Michoacán. Comisionada Presidenta del Instituto Federal de Acceso a la Información Pública. Profesora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, con licencia (México). Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y de la Academia Mexicana de Ciencias. Entre sus publicaciones se destacan: La cultura democrática (1994) y Los partidos políticos frente al escrutinio. De la Fiscalización a la transparencia (2012). Sus principales líneas de investigación son: federalismo electoral, transparencia y partidos políticos en México.
La transición a la democracia en México marcó el rumbo político de nuestro país durante el último cuarto del siglo XX, pues puso en el centro de la agenda política el extendido reclamo social de contar con elecciones limpias, justas y competitivas. Fue lo que Mauricio Merino denominó "la transición votada". Ésa es, ni más ni menos, la relevancia del tema de esta historia mínima que quiere ofrecer a un gran número de lectores una narrativa concisa pero bien documentada de un período que si bien puso su atención en las elecciones -como bien dice Woldenberg-tuvo consecuencias más allá de lo electoral, impactando profundamente al sistema de partidos y de la representación política en nuestro país (p. 13).
Efectivamente, al concluir la transición, la pluralidad se había instalado y ninguna fuerza política o fracción parlamentaria podía imponer su voluntad. Se trata, dice el autor, de "un texto panorámico, explicativo, pedagógico, que pone el acento en la dimensión federal e intenta ilustrar algunos de los momentos más sobresalientes en varios estados" (p. 16).
José Woldenberg ha sido un estudioso de la transición a la democracia a profundidad, con una mirada crítica, pero siempre apostando al impulso del desarrollo democrático. Además, fue un actor comprometido con ella desde distintas trincheras. Primero como militante de la izquierda democrática y después como árbitro de los comicios federales en una época en la que la función electoral devino una verdadera política de Estado. Fue testigo privilegiado a la vez que operador de la transición democrática.
La transición fue un período de construcción de instituciones, de formación de consensos, no sólo entre las fuerzas políticas, sino entre diferentes actores que fueron adoptando y comprometiéndose con la demanda de que el voto se contara y contara para la conformación de los poderes y la representación política. A diferencia de hoy en día en que priva el desencanto frente a la fortaleza de las instituciones, la transición fue una época de ánimo esperanzador y aunque estuvo lejos de ser un trayecto lineal, sí dibujó un círculo virtuoso en el que los procesos de negociación pacífica aparecían como herramientas eficaces para desactivar el conflicto social y la inconformidad política existentes, y alcanzar el objetivo de que nuestros gobernantes surgieran de comicios democráticos.
El texto tiene por objeto dar cuenta de lo que fue ese trayecto, de la mecánica de la transformación, caracterizada por una secuencia de creciente conflictividad política y de operaciones reformadoras que permitieron que el marco institucional garantizara que la voluntad de los ciudadanos decidiera en las urnas. Fueron, es cierto, reformas electorales de muy diferente calado, que surgieron siempre como respuesta a protestas sociales importantes y que resultaron a veces preventivas como la de 1977, o muy reactivas y hasta regresivas como la de 1986, o de gran proyección como la de 1996.
Vale la pena señalar que para Woldenberg, como para muchos otros autores, el inicio de la transición se ubica en la reforma de 1977, aquella que Rafael Segovia llamó "la Reforma Política con mayúscula" y que abrió la representación en la Cámara de Diputados a los entonces partidos de oposición, con lo cual se transformó el mosaico de fuerzas políticas, aunque ello no se traduciría de inmediato en que las elecciones fuera competidas . El fin de la transición lo coloca en las elecciones de 1997, en las que el PRI perdió por primera vez la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y la oposición ganó el gobierno del Distrito Federal. Para él, lo ocurrido en el año 2000 que trajo la alternancia pacífica y ordenada en el Ejecutivo Federal, fue posible justamente porque la transición estaba ya concluida (p.116). Pienso que le asiste la razón: para 1997 ya estaban sentadas las bases institucionales para garantizar la plena competencia, asidero de la pluralidad y condición indispensable de la democracia.