• Asignatura: Castellano
  • Autor: vargashyung
  • hace 2 años

Escribe un ensayo con el tema: Influencia de los valores humanos en las relaciones interpersonales en tiempos de pandemia.


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Respuestas

Respuesta dada por: lis499300
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Respuesta:

El principal motivo por el que nos hemos confinado de forma masiva ha sido no asistir a una confrontación, no precisamente dialéctica, entre dos de las principales escuelas filosóficas, neokantianos y utilitaristas.

En efecto, en los casos más graves, el coronavirus coloniza los pulmones de sus víctimas, hasta el punto de no poder respirar por sí mismas. Para ganar tiempo, estas personas son intubadas y conectadas a unos respiradores que generan el movimiento de los pulmones de forma artificial hasta que el organismo logre recuperarse. En España, en el momento del colapso no llegábamos a cinco mil respiradores para cerca de cincuenta millones de personas1, más o menos como Italia, y bastante por debajo de Alemania, con veintiocho mil. Este dato implica que, una vez ocupados los respiradores por cinco mil personas, cantidad que fácilmente podía ser rebasada en un solo día, los siguientes potenciales usuarios no podrían ser atendidos.

Por ello, hemos preferido hundir nuestra economía antes que asistir el desesperante espectáculo de contemplar cómo la gente se asfixiaba sin que pudiéramos hacer nada por ellos, fuesen familiares, vecinos o desconocidos. De hecho, junto al número de contagiados y fallecidos, la gente miraba de reojo el número de respiradores que quedaban libres en su ciudad o región. Con todo lo duro que ha sido el confinamiento o la destrucción de los puestos de trabajo, pocas cosas minaban más la moral colectiva que saber que de nada serviría acudir a un hospital si no quedaban respiradores libres.

En contra de lo que se pudiera pensar, los médicos no están acostumbrados a lidiar con situaciones como la presente. Hasta ahora, y salvo situaciones de guerra o catástrofes, el personal sanitario retira o introduce a una persona en un sistema de mantenimiento artificial de la vida en función de sus características individuales (posibilidades de supervivencia, evitar el encarnizamiento terapéutico, etc.). Dichas decisiones nunca han implicado la supervivencia o muerte de otra persona, dado que no se trataba de un juego de suma cero donde hubiese que elegir entre potenciales candidatos. Pues bien, la pandemia nos ha introducido de lleno en este tipo de disyuntivas, propias de contextos que ya creíamos olvidados.

Los médicos carecen de legitimidad moral o jurídica para elegir entre personas con similares posibilidades de supervivencia; en puridad, ni siquiera para decidir sobre el destino de personas que desean seguir viviendo. Pues bien, nuestra sociedad, comenzando por el legislador y terminando por el último de nuestros tribunales, ha optado por mirar hacia otro lado, dada la incomodidad que supone tratar de regular o juzgar esta temática. Pero por motivos obvios, este desolador silencio colectivo no ha provocado la desaparición del problema, sino simplemente arrojárselo a los médicos, que allí donde no hayan tenido más remedio habrán optado por la solución más oportuna, con el coste psicológico y emocional que este tipo de decisiones conllevan.

Para aliviar esta carga, y esta lacerante responsabilidad, se han elaborado a toda prisa una serie de guías, protocolos o documentos más o menos orientativos, en los que hemos participado con el sentido común que la gravedad de la situación exigía, poco bagaje sin duda para disyuntivas que desbordan cualquier apriorismo teórico que se pueda tener sobre la vida y la muerte (OBD, 2020; CBE, 2020a; OPS, 2020; SEMICYUC, 2020; The Hasting Center, 2020; MSyC, 2020). Pues bien, aquí es donde han colisionado las huestes kantianas con las hordas utilitaristas; o, desde otra perspectiva, el puritanismo alejado del mundo terrenal de los primeros frente al realismo pragmático de los segundos.

Al igual que sucede con los trasplantes de órganos, jerarquizar una lista para acceder a un respirador constituye un ejercicio de sensatez que no debería presentar más problemas, dadas las carencias materiales existentes. El orden de acceso se ordenaría en función de las posibilidades de supervivencia y parámetros similares. Las disyuntivas realmente gravosas, para las que simplemente como sociedad no estábamos preparados, se generan al tener que denegar un respirador a alguien que lo necesita con objeto de reservarlo para otro potencial candidato; o, peor aún, retirar el respirador a alguien que todavía lo requiere para dárselo a otra persona con similar o superior posibilidad de supervivencia. Los límites entre el homicidio y la elección justificada son demasiado difusos como para que la casuística se exprese por escrito en una ley o reglamento aprobado por los cauces formales, de ahí que carezcamos de normas jurídicas para este tipo de situaciones. Y los protocolos, guías o documentos elaborados son lo suficientemente ambiguos como para ceder toda la responsabilidad al personal sanitario2. Esa es la realidad y así hay que afrontarla.

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