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El maltrato escolar forma parte de las jerarquías sociales y se presenta como abuso de poder de los fuertes en contra de otros más débiles, creando un desequilibrio en donde se supone que el agresor posee un estatus o una fuerza superior que lo hace más poderoso que la víctima. La agresión puede ser directa, con golpes, o indirecta con el aislamiento. En cualquier caso, las víctimas corren el riesgo de sufrir daños psicológicos perdurables. Esto es lo que se considera el bullying en las escuelas.
Soriano (2001) considera el maltrato docente como una forma de violencia institucional que se manifiesta en la conducta individual que causa abusos, negligencia, detrimento de la salud, seguridad y daños al estado emocional y al bienestar físico del menor afectando su maduración y sus derechos básicos.
El maltrato escolar forma parte de las jerarquías sociales y se presenta como abuso de poder de los fuertes en contra de otros más débiles...Es difícil investigar el tema del maltrato escolar por las implicaciones legales y morales. Coloca a las instituciones educativas en un conflicto, confrontando su tarea de velar por el bienestar del niño y poniendo en duda las conductas de los maestros. Es muy difícil que un maestro admita su conducta de maltrato.
En el país no se conoce la prevalencia de niños víctimas del maltrato docente. Los documentos disponibles son escasos, y son principalmente denuncias en medios de comunicación y ante Derechos Humanos. Existen datos globales del maltrato infantil, estudios efectuados a raíz de denuncias y encuestas entre estudiantes de mayor edad. Estos datos permiten un esbozo parcial del problema.
Los primeros antecedentes reportados de maltrato en niños preescolares y escolares en México fueron del Centro Médico Nacional de México en 1965, reportados por pediatras y radiólogos. A partir de entonces incrementó el interés en esta problemática.
Durante el periodo 1995-2000, se registró cada año un promedio de 25,000 casos de maltrato a menores de edad (DIF, 2005). En muchos casos el maltrato físico y los castigos tienen una escalada importante, pero los cuidadores no siempre admiten las causas de las lesiones físicas. No obstante, la primera causa de muerte en 2007 en menores de entre 1 y 4 años fue causa externa o “traumatismo accidental” (INEGI, 2007). Generalmente, los padres son los principales agresores y estadísticamente son las madres quienes maltratan en mayor proporción a los hijos (LOREDO, 2004).
Tanto los medios de comunicación como las instituciones de Derechos Humanos Federales y Estatales contribuyeron a atraer la atención hacia el maltrato en escuelas, dando pie a estudios e investigaciones (VILLATORO et al, 2006). Por ejemplo, en Zacatecas se aplicó un estudio a 10 escuelas y los resultados indicaron que más del 30% de los alumnos recibieron golpes en la cabeza y manos, jalones de cabello y ridiculizaciones frente a sus compañeros (MORALES, 2005). Un estudio similar en Xalapa encontró que el 40.8% de los alumnos recibían castigos físicos que van desde coscorrones hasta golpes con objetos (BRIZZIO, 1992). En Jalisco, un director se quedó con cabellos en la mano al reprender a un niño. También salió a la luz el uso de castigos como colocar bolsas de plástico en la cabeza de los alumnos, causar heridas por jalones de orejas y la sujeción de pies para evitar que fueran al baño. Un estudio en 49 escuelas públicas en Tijuana, descubrió que 59% de los alumnos entre 8 y 14 años recibió algún tipo de castigo físico. Los maestros encuestados mencionaron pellizcar o golpear en clase con una regla a “los alumnos problema” para obtener control. El 85.9% de los docentes sabían de algún maltrato a los niños y conocían de algún caso de abuso sexual (MARTÍNEZ-MARTÍNEZ, VEGA, 2007).
Considerando el panorama anterior, se hace evidente que el maltrato docente es un tema relevante. La violencia, en contra de lo que habitualmente se piensa, ha sido un elemento constitutivo de las escuelas del país, los premios y castigos siguen presentes, y si bien se han modificado formas, como la severidad, la violencia permanece bajo el argumento de controlar y corregir conductas (GÓMEZ-NASHIKI, 2005). Se atribuyen a los castigos connotaciones positivas tales como formas de disciplina y elementos necesarios para la educación (HERNÁNDEZ, 2005). Algunos maestros tienen la creencia de que dar un jalón de cabellos o una nalgada “no está mal”, siendo esta una de las barreras más importantes para establecer cambios en las formas de interacción escolar (MORENO, 2013).
Soriano (2001) considera el maltrato docente como una forma de violencia institucional que se manifiesta en la conducta individual que causa abusos, negligencia, detrimento de la salud, seguridad y daños al estado emocional y al bienestar físico del menor afectando su maduración y sus derechos básicos.
El maltrato escolar forma parte de las jerarquías sociales y se presenta como abuso de poder de los fuertes en contra de otros más débiles...Es difícil investigar el tema del maltrato escolar por las implicaciones legales y morales. Coloca a las instituciones educativas en un conflicto, confrontando su tarea de velar por el bienestar del niño y poniendo en duda las conductas de los maestros. Es muy difícil que un maestro admita su conducta de maltrato.
En el país no se conoce la prevalencia de niños víctimas del maltrato docente. Los documentos disponibles son escasos, y son principalmente denuncias en medios de comunicación y ante Derechos Humanos. Existen datos globales del maltrato infantil, estudios efectuados a raíz de denuncias y encuestas entre estudiantes de mayor edad. Estos datos permiten un esbozo parcial del problema.
Los primeros antecedentes reportados de maltrato en niños preescolares y escolares en México fueron del Centro Médico Nacional de México en 1965, reportados por pediatras y radiólogos. A partir de entonces incrementó el interés en esta problemática.
Durante el periodo 1995-2000, se registró cada año un promedio de 25,000 casos de maltrato a menores de edad (DIF, 2005). En muchos casos el maltrato físico y los castigos tienen una escalada importante, pero los cuidadores no siempre admiten las causas de las lesiones físicas. No obstante, la primera causa de muerte en 2007 en menores de entre 1 y 4 años fue causa externa o “traumatismo accidental” (INEGI, 2007). Generalmente, los padres son los principales agresores y estadísticamente son las madres quienes maltratan en mayor proporción a los hijos (LOREDO, 2004).
Tanto los medios de comunicación como las instituciones de Derechos Humanos Federales y Estatales contribuyeron a atraer la atención hacia el maltrato en escuelas, dando pie a estudios e investigaciones (VILLATORO et al, 2006). Por ejemplo, en Zacatecas se aplicó un estudio a 10 escuelas y los resultados indicaron que más del 30% de los alumnos recibieron golpes en la cabeza y manos, jalones de cabello y ridiculizaciones frente a sus compañeros (MORALES, 2005). Un estudio similar en Xalapa encontró que el 40.8% de los alumnos recibían castigos físicos que van desde coscorrones hasta golpes con objetos (BRIZZIO, 1992). En Jalisco, un director se quedó con cabellos en la mano al reprender a un niño. También salió a la luz el uso de castigos como colocar bolsas de plástico en la cabeza de los alumnos, causar heridas por jalones de orejas y la sujeción de pies para evitar que fueran al baño. Un estudio en 49 escuelas públicas en Tijuana, descubrió que 59% de los alumnos entre 8 y 14 años recibió algún tipo de castigo físico. Los maestros encuestados mencionaron pellizcar o golpear en clase con una regla a “los alumnos problema” para obtener control. El 85.9% de los docentes sabían de algún maltrato a los niños y conocían de algún caso de abuso sexual (MARTÍNEZ-MARTÍNEZ, VEGA, 2007).
Considerando el panorama anterior, se hace evidente que el maltrato docente es un tema relevante. La violencia, en contra de lo que habitualmente se piensa, ha sido un elemento constitutivo de las escuelas del país, los premios y castigos siguen presentes, y si bien se han modificado formas, como la severidad, la violencia permanece bajo el argumento de controlar y corregir conductas (GÓMEZ-NASHIKI, 2005). Se atribuyen a los castigos connotaciones positivas tales como formas de disciplina y elementos necesarios para la educación (HERNÁNDEZ, 2005). Algunos maestros tienen la creencia de que dar un jalón de cabellos o una nalgada “no está mal”, siendo esta una de las barreras más importantes para establecer cambios en las formas de interacción escolar (MORENO, 2013).
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MUCHAS GRACIAS ME IVAN A REPROVAR D VRDD GRACIAS
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