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VI. PERRO DE BANDOLERO.
Güeso, es castigado cruelmente al negarse a caminar junto con los Celedonios, en la oscura noche llegan a una choza donde los recibe un hombre con poncho negro, les da comida, el Julián separa un poco y le da a Güeso, posteriormente es amarrado fuertemente, y los hombres echan a dormir, por la noche Güeso muerde la cuerda y logra romper dos hebras y cuando estaba en la tercera y última, los hombres se dan cuenta y lo castigan y amarran con una soga de cerda que es difícil de morder. Así pasó sus días el triste Güeso, caminó y caminó junto a los bandoleros, de pronto siente un cansancio y calor profundo habían llegado a Cañar, un valle profundo lleno de monte tupido, a su lado corría el rio Marañón. Poco a poco el Julián le prodiga amor a Güeso palmeándolo el lomo, Güeso comprende y mueve la cola, y lame la mano del hombre que fuera su enemigo, el Julián se alegra y lo libera. Desde allí güeso ya no era más un perro arreador de ovejas sino hubo que entenderse con las vacas y poco a poco tuvo que acostumbrarse a aquella vida junto a los Celedonios. Y así entre buenas y malas, suscitadas por los enfrentamientos que tenían los bandoleros con la gendarmería de la localidad, siempre perseguidos, paso sus días especialmente a lado del Julián, Güeso el perro fiel que había cambiado de dueño.
Explicación:
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Güeso, es castigado cruelmente al negarse a caminar junto con los Celedonios, en la oscura noche llegan a una choza donde los recibe un hombre con poncho negro, les da comida, el Julián separa un poco y le da a Güeso, posteriormente es amarrado fuertemente, y los hombres echan a dormir, por la noche Güeso muerde la cuerda y logra romper dos hebras y cuando estaba en la tercera y última, los hombres se dan cuenta y lo castigan y amarran con una soga de cerda que es difícil de morder. Así pasó sus días el triste Güeso, caminó y caminó junto a los bandoleros, de pronto siente un cansancio y calor profundo habían llegado a Cañar, un valle profundo lleno de monte tupido, a su lado corría el rio Marañón. Poco a poco el Julián le prodiga amor a Güeso palmeándolo el lomo, Güeso comprende y mueve la cola, y lame la mano del hombre que fuera su enemigo, el Julián se alegra y lo libera. Desde allí güeso ya no era más un perro arreador de ovejas sino hubo que entenderse con las vacas y poco a poco tuvo que acostumbrarse a aquella vida junto a los Celedonios. Y así entre buenas y malas, suscitadas por los enfrentamientos que tenían los bandoleros con la gendarmería de la localidad, siempre perseguidos, paso sus días especialmente a lado del Julián, Güeso el perro fiel que había cambiado de dueño.
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