Lee el siguiente texto. Busca en el diccionario o buscadores de internet las palabras
desconocidas.2. Elabora el organizador gráfico que consideres estructura este texto.
3. Justifica por qué elegiste el organizador gráfico del ítem 2.
Podemos preguntarnos qué tienen en común la lamparita del baño que quedó prendida
durante toda la noche, y el proceso de recalentamiento que
afecta al planeta. A primera vista, nada. Parecen dos hechos
no relacionados, pero no es así, pues ese derroche
energético está directamente ligado con la degradación del
ambiente.
Como ya sabemos una de las principales maneras de
generar energía eléctrica es quemar gas, petróleo y carbón.
Y esto produce además de electricidad, gases y compuestos
químicos que van a parar a nuestra atmósfera. Son estos
gases y moléculas de desperdicios los principales impulsores
del fenómeno del cambio climático y deterioro ambiental.
Por eso la protección de los ecosistemas depende en buena parte del ahorro de energía
eléctrica y técnica que hagamos.
El dióxido de carbono, principal responsable del calentamiento global, no es la única
amenaza que sale por las bocas de las chimeneas. Cuando una usina térmica "fabrica"
electricidad quemando hidrocarburos, también produce compuestos como óxidos de nitrógeno
y de azufre. Ambas familias de sustancias están vinculadas con la aparición de la "lluvia ácida",
que ataca de manera directa a los árboles y jaquea la propia supervivencia de los bosques.
Esta mala relación entre "alto consumo energético", y daño al medioambiente saltó a la
vista en tiempos recientes.
La pregunta clave es: ¿cuánta electricidad se puede economizar sin prescindir del confort
que nos brindan el aire acondicionado, la calefacción, la luz y el resto de la parafernalia de
aparatos eléctricos que nos rodea? Desde ya que mucha. Un informe publicado por la revista
Scientific American reconoce que países "gastadores", como los Estados Unidos pueden llegar
a reducir su consumo eléctrico total, entre un 24% y un 44%.
El ahorro energético abre una excelente oportunidad para las empresas decididas a
promover políticas ambientales adecuadas, y de paso hacer negocios.
La arquitectura no resulta ajena al desperdicio de energía. Muchos edificios tienen sus
ventanas orientadas hacia el Sur, en lugar del Norte y el Este, lo que impide aprovechar la
energía solar correctamente. Además, se debe tener en cuenta que por las rendijas de puertas
y ventanas se escapa un importante porcentaje de
calefacción o el aire acondicionado.
Para mejorar esta situación, aislar correctamente las
viviendas y oficinas es un paso básico.
Para ilustrar los beneficios del uso eficiente de la
energía basta saber que, por cada kilovatio hora de energía
eléctrica que logramos ahorrar, se evita la emisión de,
aproximadamente, un kilogramo de dióxido de carbono en
usinas que queman carbón o petróleo, y si las centrales
funcionan a gas se lanzarían al aire casi 800 gramos menos
de CO2.
En pocas palabras, usar racionalmente la energía eléctrica en una casa, oficina, o
fábrica, no sólo es una manera inteligente de bajar la cuenta de luz y ahorrar dinero, sino
también de reducir la emisión de gases de invernadero. Y eso resulta indispensable para la
salud de nuestro ya demasiado maltratado planeta.
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