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El bombillo, no cabe duda, fue una "brillante" idea. Pero como casi todos los inventos del hombre, surgió como una mezcla de casualidad, suerte, curiosidad y mucha inventiva.
El padre de esta lámpara incandescente fue el inventor norteamericano Thomas Alva Edison. En nuestro número pasado, ya reseñamos brevemente la biografía de este científico. Repasando un poco, recordamos que Edison fue el primer inventor "en serie".
Él patentó más de mil invenciones y edificó la primera fábrica de inventos. Se trataba de un edificio creado especialmente para "inventar inventos" y ponerlos a funcionar. De todos los que realizó, Edison estaba particularmente orgulloso del fonógrafo o "máquina de voz".
Sin embargo, otra de sus máximas creaciones, no nació en esta "fábrica de inventos". Según se relata en varios libros (como The Wyoming Lynching of Catlle Kate, escrito por George Hufsmith) parece que Edison llegó a la luz del bombillo pescando... Sí señor, sentado a la orilla de un río con una caña de pescar.
Todos hemos adornado en familia el árbol de Navidad. Bolas, espumillón y lo más importante, las luces, embellecen de tradición nuestro hogar en unas fechas muy sentidas. Pero, ¿sabes cuál es el origen de ornamentar el árbol con iluminación?
Aunque ya conocemos la historia sobre cómo llegó el árbol a Iberoamerica, en sus inicios no portaba las brillantes y coloridas lucecitas. Fue en el siglo XIX cuando los americanos llenaron las ramas de portavelas y farolillos, hasta que en 1880 llegó la iluminación eléctrica. Ocurrió en 1882 cuando, estimulado por la invención de la bombilla a manos de Thomas Edison, Edward H. Johnson decoró su árbol de Navidad en Manhattan, alumbrándolo con cientos de bombillas incandescentes especiales para ese uso. 80 lucecitas rojas, blancas y azules, del tamaño de una nuez y cableadas a mano, brillaban en la Quinta Avenida de Nueva York.
Su propuesta tuvo tanto éxito en los diarios locales que en los años siguientes los comercios empezaron a adornar los escaparates con guirnaldas de colores. En 1895, el entonces presidente estadounidense, Grover Clevelandm, iluminó eléctricamente la Casa Blanca. A partir de entonces, esta costumbre se propagó con entusiasmo por todo el continente
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