Respuestas
Respuesta:La economía y el sistema político mexicanos vivieron importantes transformaciones en los últimos treinta años. Por un lado, se consiguió desmantelar el régimen político autoritario de partido hegemónico y sustituirlo por un auténtico sistema de partidos. En el lado de la economía, se abandonó el modelo de desarrollo orientado al mercado interno, con una importante participación del Estado, y se consolidó un modelo de economía abierta y liberalizada. Aunque coincidentes en el tiempo, los procesos de cambio político y económico no se han retroalimentado. La democratización política tuvo lugar en un periodo en que la economía registró un bajo ritmo de crecimiento y en el que se deterioró la capacidad para generar empleo de calidad. Mientras se formalizó la disputa por el poder, el empleo de la población se informalizó. El sistema democrático se enfrenta al desafío de no haber ampliado el bienestar. Atender la creación de empleo productivo es, por tanto, un tema de atención de la economía pero, también, de supervivencia para el sistema político democrático en México.
Explicación:A lo largo de las últimas tres décadas, la economía y el sistema político mexicano han experimentado profundas transformaciones. Los cambios abarcan tanto el rol y poder de los distintos actores económicos y políticos como el diseño institucional que, en ambos campos, arrojan un panorama cuyas características contrastan de manera drástica con la realidad que imperaba hacia fines de los años setenta en México -cuando el modelo económico seguido desde mediados del siglo XX evidenciaba claros signos de agotamiento y cuando el régimen político emanado de la revolución enfrentaba un creciente reclamo democrático-. Del lado de la economía, en México -como ocurrió con el grueso de los países latinoamericanos- se pasó de un modelo de desarrollo de inspiración en las propuestas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), con una relevante participación del Estado y protección frente a la competencia externa para fomentar la industrialización y promover el desarrollo del mercado interno, a una estrategia enmarcada dentro del "Consenso de Washington", de libremercado y apertura comercial, con retraimiento del Estado y orientación productiva volcada hacia el mercado externo (Iglesias, E., 2006). En el lado de la política, México dejó de tener un régimen político autoritario, de partido hegemónico, y edificó un genuino sistema de partidos, con pluralidad en los órganos de representación popular y en los distintos niveles de gobierno, así como con una efectiva división de poderes (Woldenberg, 2002).
Las transformaciones de la economía y del sistema político mexicanos, aunque llegan a coincidir en el tiempo -las décadas finales del siglo pasado-, no forman, sin embargo, un proceso unívoco, ni los resultados de la nueva orientación económica han contribuido a la consolidación democrática. Este ensayo se propone hacer un recuento, que abarca los últimos treinta años, de los cambios políticos y económicos -en este segundo tema con énfasis en el empleo-, señalando que el proceso democratizador que experimentó el país no se ha visto respaldado a su vez por un proceso de generación de oportunidades de trabajo e ingreso para la población, de tal manera que la disonancia entre las expectativas generadas por la ampliación de los derechos políticos y la incapacidad para mejor el bienestar puede representar, como apuntan las Naciones Unidas (pnud, 2004), el principal desafío para la consolidación democrática de México.
El texto está dividido en tres apartados. El primero se hace cargo de la discusión de si México es un país democrático y expone algunos de los rasgos más relevantes del cambio político; el segundo se concentra en las tendencias que, a raíz de la modificación en el modelo de desarrollo de la economía mexicana, se han experimentado en el empleo como uno de los determinantes centrales del bienestar de la población, y en el último apartado se presentan algunas conclusiones.