Cuál era el lema de los gobernantes? ¿Cuál era la finalidad de los mismos?
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Respuesta:
1. Política, gobierno y administración: una relación
de contornos difusos1
Siempre se ha dicho que para que una reforma de la Administración pueda tener éxito debe contar con el decidido impulso y compromiso de sus máximos dirigentes políticos. Sin negar esa afirmación lo que vamos a defender en este artículo es que ninguna reforma de calado puede funcionar si no abarca también al papel y función que desempeñan dichos dirigentes. En otras palabras, no habrá mejora de la Administración si las propuestas de reforma afectan únicamente a los funcionarios y demás empleados públicos y no a sus máximos responsables a nivel político. Y es que aunque a menudo se haya tratado de separar el Gobierno de la Administración, en la práctica tal separación dista de estar clara o simplemente no ha existido.
Cuando se analizan los problemas que afectan a nuestras Administraciones públicas sólo ven normalmente unos responsables: los funcionarios, los empleados públicos y sus sistemas de selección, promoción, evaluación, motivación, premio y castigo; como mucho se llega a la cuestión de una falta de función profesional directiva. No es que estas cuestiones y las demás que trata este monográfico no sean muy relevantes y dignas de atención (pues la autocrítica siempre es requisito para la mejora y el aprendizaje), pero nuestra tesis es que de poco o nada valdrán esas hipotéticas reformas (que haberlas, aunque siempre insuficientes, las ha habido) si no se afronta la espinosa cuestión de la función clave que cumplen para las organizaciones públicas sus máximos dirigentes políticos, los cuales tienen más influencia directa de la que menudo se les presume, aunque paradójicamente este fenómeno haya sido poco estudiado por la doctrina, por razones tal vez imaginables pero poco justificables.2
Con ese objetivo en mente, analizaremos, en primer lugar, la crisis de la política y de lo público que vivimos y la influencia que tiene en ello un perfil tal vez inadecuado o insuficiente de nuestros dirigentes políticos. Seguidamente examinaremos el contexto en que se desenvuelve la acción político-pública, incluidos los nuevos retos que presenta este siglo. De todo ello, deducimos que hoy más que nunca hace falta exigir a quienes optan a dirigir organizaciones y políticas públicas que cuenten con unas mínimas competencias y capacidades directivas, las cuales podrían adquirirse potencialmente en una Academia para gobernantes. Cerraremos con un apartado de conclusiones.
2. La crisis de la política y de lo público
2.1. ¡Es la forma de gobernar, estú(…)!
Hoy más de uno se pregunta: ¿qué le pasa a la política y a los políticos?, ¿por qué pierden de forma creciente cotas de apoyo y aceptación social?, ¿por qué empiezan a ser considerados por los ciudadanos como parte del problema y no de la solución?3 Carlos Fuentes, refiriéndose a su bien conocido México, introdujo un símil que podría ser extrapolable a muchos otros países: “Los grandes sistemas [políticos] añejos, dotados de mecanismos para defenderse de la reacción interna así como de las presiones internacionales se han convertido en cascarones a la vez rígidos y quebradizos ya que no contienen ni dan respuesta a la población (…)”4. La sociedad ha dejado de tomar a sus líderes en serio como ejemplos a seguir sino que por el contrario se han convertido en contra-ejemplos a evitar o de los que separarse. La cuestión que subyace es cómo se premia a los mejores o, en otras palabras, cómo las personas consiguen subir en la escala social –de la que la política es una parte muy relevante– si por mérito, esfuerzo y valía personal o por fortuna, juego de favores o puras relaciones sociales5. La elección de uno y otro modelo no es baladí para el futuro de esa sociedad.
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