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Durante las últimas décadas América Latina ha experimentado lo que algunos llaman "crisis de gobernabilidad", resultado de la multiplicación de protestas sociales contra el modelo de desarrollo que seguía los lineamientos del denominado "Consenso de Washington", la propagación de fenómenos globales en la región tales como: narcotráfico, terrorismo y corrupción, y la propia incapacidad de los sistemas políticos tradicionales –partidos, gobiernos y congresos– para manejar estar situaciones de ruptura. Los movimientos sociales se han expresado dentro de estos escenarios de forma muy diversa. Algunos, convertidos en movimientos políticos, han conseguido llegar directamente al poder e institucionalizar sus proyectos de acción política. Otros en cambio, en abierta rebeldía contra las fuerzas políticas tradicionales han desafiado abiertamente la institucionalidad democrática. Por último, algunos más han pactado con estas mismas fuerzas los términos de alianzas de gobierno que han resultado efímeras e ineficaces.
Es claro que ante el descrédito y la desconfianza que generan los partidos políticos, los movimientos sociales y sus organizaciones se han convertido en medios de expresión y canalización de demandas de ciertos grupos o sectores de la sociedad. Aunque los movimientos sociales sólo representan una parte de la sociedad civil, no se puede desconocer que éstos pueden ser generadores de nuevas identidades que den lugar a nuevas formas de representación política. Por su naturaleza, los modos de participación política no convencional o de protesta utilizados generalmente por los movimientos sociales son disruptivos del status quo y van en contra del modelo tradicional de intermediación de intereses de las democracias contemporáneas. En medio de la crisis de representación que caracteriza las democracias latinoamericanas y el desencanto de una opinión pública decepcionada por los actores políticos (principalmente los partidos), las expresiones desinstitucionalizadas de hacer política, que en ocasiones llegan a convertirse en propuestas "antipolíticas", se vuelven muy atractivas para los ciudadanos.
La cuestión clave consiste en saber si la presencia cada día mayor de los movimientos como actores políticos se debe considerar y tratar como un desafío a la vieja democracia representativa, o como una verdadera oportunidad para ventilar y consolidar los avances democráticos ya conseguidos a través de una nueva ola de democratización alternativa. El objetivo de este trabajo es precisamente hacer una reflexión sobre la relación entre los movimientos sociales y los partidos políticos en América Latina. En la primera parte del artículo expondré una revisión sobre la literatura que explica el surgimiento de los movimientos sociales en general, haciendo referencia en la parte final al caso latinoamericano. En la segunda parte expongo una visión teórica de la compleja relación entre partidos políticos y movimientos sociales. Sin pretender dar una explicación exhaustiva de los movimientos sociales que presento, sí los utilizo para mostrar cómo puede variar su relación con los partidos según su interés y oportunidades de influir de manera directa en el sistema político a través de la acción independiente, o bien influirlo de manera indirecta a través de los partidos.
¿POR QUÉ SURGEN LOS MOVIMIENTOS SOCIALES?
Durante la segunda parte de los años noventa América Latina aparece atravesada por diferentes movimientos sociales de significación nacional. A manera de ejemplo podemos mencionar, entre otras experiencias, el levantamiento zapatista en la selva Lacandona en 1994 que hizo visibles las demandas de indígenas y campesinos cuando en México entraban en vigor los acuerdos de libre comercio con Estados Unidos; la "Guerra del Agua" cochabambina y las luchas del movimiento cocalero en el Chapare boliviano que les permitió alcanzar nuevos liderazgos, una significativa presencia en el parlamento y finalmente la elección de su líder como presidente de ese país; los levantamientos indígenas impulsados por la CONAIE en Ecuador en 1996 y en 2000 que culminan en ambos casos con la caída del gobierno; la emergencia y extensión del movimiento de trabajadores desocupados en Argentina y las movilizaciones y protestas que desencadenaron la renuncia del gobierno a finales de 2001; las iniciativas de ocupaciones de tierras masivas de carácter nacional acometidas por el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST) en Brasil; las movilizaciones campesinas en Paraguay que jugaron un rol importante en la caída del presidente Cubas Grau; las intensas protestas sociales en Perú (particularmente la experiencia de los Frentes Cívicos regionales) que marcaron el fin del régimen de Fujimori.
Un factor que coincide con la vigorización de la sociedad civil y que ha favorecido la emergencia de nuevos movimientos sociales es sin duda la pérdida de legitimidad de algunas de las instituciones democráticas tales como los partidos políticos.
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Como ya hemos hablado en Revoluciones Burguesas: Causas, Características y Consecuencias – Temario Secundaria, la Revolución francesa (1789) y las Guerras Napoleónicas 1799 – 1802, habían propiciado el nacimiento de nuevas ideas como el liberalismo, el nacionalismo e incluso un incipiente socialismo en toda Europa.
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