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El turismo y la violencia son variables interdependientes, es decir, actúan en dos sentidos (Navarrete et al., 2015: 220). Así el turismo es un fenómeno “retráctil” que se contrae ante eventos y situaciones que impliquen cierto peligro para los turistas como atentados, robos, asesinatos u otros actos de otra naturaleza (Schlüter citada por Korstanje, 2009: 18). Pero a su vez, la presencia del turismo pude ser devastadora para las poblaciones locales dependientes (Hughes et al., 2008: 569) al abonar las condiciones de inseguridad de sus residentes, al producir delitos ambientales y contra la salud, como drogadicción, alcoholismo, turismo sexual (prostitución) (De la Torre & Navarrete , 2013). Ambas situaciones generan tensiones entre turistas y anfitriones.
En este sentido, se enumeran algunos de los efectos negativos producidos por el turismo. Entre los económicos se pueden enumerar la distribución desigual de los altos ingresos generados por esta industria, por la fuga de importantes ingresos hacia el extranjero; y la importación de empleos calificados; generando bajos salarios, explotación infantil, expropiación territorial (Grosspietsch, 2005) e incremento de precios y costo de vida (Kreag, 2001). En este sentido, Bauman (2007: 126) atribuye a esta “apertura de las sociedades que promueve la globalización negativa… la principal causa de la injusticia existente y, consiguiente e indirectamente, del conflicto y la violencia”.
Entre los cambios socioculturales se encuentra el proceso de aculturación como cambios en la vestimenta, mayor consumo de alcohol, drogas, prostitución y juegos de azar. Aumentando a su vez, el crimen y el contrabando (Kreag, 2001: 9) debido al “efecto de demostración” (Burns, 1999: 96-97), siendo los jóvenes lugareños los que desean seguir el ejemplo de los visitantes (Moore, 1995: 302). Por otro lado, existen también cambios actitudinales, interaccionales y comportamentales entre los cuales se encuentran la segregación física en los tours institucionalizados, mediante la burbuja protectora a los visitantes que crea un contacto “transitorio, superficial, desigual motivo primario para el engaño, la explotación, la desconfianza, la deshonestidad y la formación de estereotipos” (MacCannell, 1984: 388). Estos estereotipos dados en el encuentro de anfitriones y turistas determinan la voluntad subsiguiente de interactuar entre sí (Barker, 1999: 21).
La congregación multitudinaria genera interferencia con otras actividades económicas, superpoblación y hacinamiento. Conflictos en la saturación en los servicios (Kreag, 2001). Disgusto entre los anfitriones por interferir en su vida cotidiana, como lo muestran las notas de prensa “Muerte de Venecia” (Ordaz, 2014) y el documental “Bye, Bye Barcelona” (Chibás, 2014). Esta constante afluencia de usuarios, visitantes, transeúntes, trabajadores, comerciantes, etc., ha expulsado a la población residente desarticulando el tejido social, creando focos de oportunidad para los delincuentes e incrementando así la inseguridad urbana (Navarrete et al., 2015: 226).
El índice de irritación de Doxey sugiere que las comunidades pasan por una secuencia de reacciones a los impactos del turismo que progresan de la euforia, la apatía, la irritación y el antagonismo a una quinta y última que conduce a una agresión criminal hacia los turistas (Barker, 1999: 26). En efecto, “la reducción de los impactos negativos son fundamentales para evitar lo que se ha venido llamando en estos últimos tiempos, la ‘turismofobia’, es decir, el rechazo a los turistas por parte de los lugareños” (Abril-Sellarés et al., 2015: 333).
En este marco de antecedentes se presenta la investigación cuyos objetivos son conocer las representaciones y cartografías del miedo que existen en la ciudad, identificar los lugares y las características socio-ambientales que provocan sentimientos de inseguridad, indagar sobre las estrategias que utilizan para paliarlo y conocer las implicaciones del miedo en la ciudadanía y el turismo. Esta información georreferenciada del miedo al delito-violencia, busca ser útil no para la estigmatización sino para el diseño de políticas públicas que permitan contribuir a un turismo y desarrollo sostenible. Asimismo busca contribuir al logro de la convivencia ciudadana, a la libertad de todos de movimiento, a la autonomía ciudadana, a un turismo y desarrollo sostenible y a la paz y tranquilidad.
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