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La identidad como un proceso de construcción, tal como se titula este ensayo es su tema central. Pero desde su inicio la autora señala que esa construcción es sumamente compleja pues en ella pugnan dos aspectos diferentes que se integran, el de la
Introducción.
Al plantearnos el problema de la búsqueda de una identidad latinoamericana nos sumergimos necesariamente en la lógica de un proceso dinámico en permanente construcción: somos todos esos rostros que se entrecruzan y buscan sintetizarse, pero como todo proceso dialéctico esa síntesis nunca permanecerá estanca y continuará así redefiniéndose hasta el fin de los tiempos, si es que alguna vez hay un fin.
¿Pero en esa mezcla de valores, de imágenes, de culturas que nos hacen ser lo que somos hay algo que nos hace específicos, que marque una diferencia respecto de los Otros?
A lo largo de nuestra historia hemos ido construyendo imágenes de nosotros mismos, buscando rostros que nos definan como país, como continente y estas imágenes se han formado con tradiciones, valores que lograron constituir un nomos, un orden significativo común (Berger:33) que nos define como grupo, que nos hace sentirnos parte de nuestra cultura, de nuestro grupo social.
Si circunscribimos el problema al campo del arte y del diseño, los artistas y diseñadores latinoamericanos, sean argentinos o de otro país latinoamericano, siempre han estado pugnando por buscar una identidad propia pero al mismo tiempo, intentando lograr un reconocimiento desde el campo intelectual que como países periféricos, siempre se estructuró en relación al campos culturales centrales. Nuestro sistema teatral ha trabajado en muchas ocasiones en relación a las intertextualidades europeas.
Creemos que si hay algo que nos define es el cruce, la mezcla, somos fruto del cruce de culturas, de apropiaciones de textos ajenos. Ahora bien, desde los comienzos de la historia, ha existido un interés, incluso una fascinación por la cultura del otro: ya en la antigüedad los mismos romanos tomaron la cultura griega, incluso su cosmogonía y la latinizaron.
Esta forma de contacto, de encuentro entre “nomos” diferentes enriquece a ambas culturas, es más creemos que todo lo que tiende a lo puro y a anquilosarse sobre sí mismo ha llevado a las peores experiencias sociales en la historia humana. El tema sería analizar las instancias de poder en las que estas apropiaciones se llevan a cabo y los juegos hegemónicos que se plantean en dichos intercambios, porque no siempre el encuentro de culturas es simétrico.
En América Latina, por ejemplo, la llamada conquista se caracterizó por arrasar con las culturas existentes y en algunos casos estas últimas se extinguieron completamente. En nuestro origen, nuestro propio nombre se erige como el nombre que silencia los miles de otros nombres con que era llamado este territorio antes de la llegada europea.
El idioma que adoptamos como propio y que nos define como latinoamericanos también lo adoptamos, lo transformamos, lo americanizamos pero provino de otro espacio. En algún lugar, nosotros como Calibán, para comunicarnos utilizamos un lenguaje que nos fue impuesto y que ahora reconocemos como nuestro. Desde los comienzos, entonces, al tratar de buscarnos nos vimos en la necesidad de ser nosotros en lo ajeno.
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Espero que te sirva :3
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nose
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