• Asignatura: Historia
  • Autor: kimbolitos
  • hace 2 años

en qué condiciones sociales e históricas vivió la artista Camille Claudel y como estas influyeron en el desarrollo y creación de su obra.

Respuestas

Respuesta dada por: miguelherrerah
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Respuesta:

Desde su infancia Camille fue muy apasionada de la escultura, jugaba con el barro y esculpía a las personas que la rodeaban (familia), incluyendo a su hermano Paul Claudel, a su hermana y a su sirvienta Eugénie Plé.1​ En 1876 su padre fue trasladado a Nogent-sur-Seine, ahí trabajaban Paul Dubois, Director de la Escuela Superior de Bellas Artes de París y su discípulo Alfred Boucher.

En 1882 Paul Dubois la admite en la Escuela de Bellas Artes. Llega a París en 1883 con el fin de perfeccionar su técnica e ingresar en la Academia Colarossi. Ese mismo año se encuentra por primera vez con Auguste Rodin, mientras el célebre escultor sustituía una clase de su amigo Alfred Boucher. Al año siguiente empieza a trabajar en su taller, posa para él y colabora en la realización de las figuras de La puerta del Infierno. El rostro y el cuerpo de Camille invaden las obras de Rodin en esa época, volviéndola más carnal, más viva y más dulce.1​

La primera biógrafa de Rodin, Judith Cladel, no nombra a Camille debido a que sus padres desconocían la relación amorosa entre su hija y su maestro, pero sí describe su relación en el taller:

«La hizo venir al taller de la rue de l'Université, la inmiscuyó en sus propios trabajos y durante cuatro o cinco años, ella fue su constante colaboradora, le confiaba el modelar las manos y los pies de las figuras que él componía.»2​

En 1883, cuando Camille tenía diecinueve años y Rodin, cuarenta y tres, él le escribió una carta de amor:

«Feroz amiga mía

[...] Esta noche, recorrí (durante horas) sin encontrarte, nuestros lugares, ¡cuán dulce me sería la muerte! ¿Por qué no me esperaste en el taller? [...] Camille, mi amada a pesar de todo, a pesar de la locura que siento venir y que será obra tuya si esto continúa, ¿por qué no me crees? Abandono mi Dalou, la escultura; [...] Hay momentos en los que francamente creo que te olvidaré. Pero en un solo instante, siento tu terrible poderío. Ten piedad, malvada. No puedo más, no puedo pasar ya un día sin verte. Si no, la atroz locura. Se acabó, ya no trabajo, divinidad malhechora, y sin embargo te amo con furor. Mi Camille, tranquilízate, no tengo amistad con ninguna mujer, y toda mi alma te pertenece.

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