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Respuesta:
Jesús puede pasar por nuestras vidas y nosotros, desaprovechar la oportunidad de encontrarnos con él; debemos temer que Jesús pase sin que nos demos cuenta. Como el ciego de Jericó (Mc 10, 46-52), si sentimos de la presencia de Jesús, debemos gritar fuerte para hacernos oír por él. Zaqueo, ciertamente, no gritó para llamar la atención de Jesús que pasaba; Jamás pensó que Jesús se fijara en él, que le dirigiera la palabra y menos que quisiera alojarse en su casa compartiendo su mesa; por ello, enorme debió ser su sorpresa cuando en medio de la multitud escuchó a Jesús que le llamaba por su nombre: “Zaqueo, baja pronto, porque hoy quiero hospedarme en tu casa” (Lc 19, 5). Su respuesta inmediata fue bajar rápidamente del árbol y recibir a Jesús con alegría (Cf., Lc 19, 6).
Jesús se “auto invita” a casa de Zaqueo. Mucha gente que se consideraba importante y religiosa se sintió ofendida porque Jesús prefirió irse a comer a casa de un pecador público. Jesús nos dice: “no he venido por los sanos sino por los enfermos”, pues los sanos no necesitan ser curados, “no he venido a buscar a los justos sino a los pecadores” (Mt 9, 13). De modo que si no nos sentimos pecadores, entonces consideramos que Jesús no ha venido por nosotros, que no tenemos necesidad de Él. Jesús ha venido por todos nosotros, pues todos somos pecadores. Él ha venido a rescatar lo que estaba perdido, pues Dios no quiere la condenación del pecador sino que se convierta y viva (Cf., Ez 18, 23).