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En el cuento El eclipse de Augusto Monterroso se cuenta la historia del fraile Bartolomé Arrazola, que fue apresado en la implacable selva de Guatemala. Un grupo de indígenas de rostro impasible decidieron sacrificarlo en un altar, que a Bartolomé le pareció como el lecho en el que descansaría de su destino. Entonces tuvo una idea, digna de su talento y de su conocimiento de Aristóteles. Resulta que para ese día se esperaba un eclipse total de sol, así que pensó que aquel saber le permitiría salvar la vida. Fray Bartolomé les amenazó con oscurecer el sol si le sacrificaban. Los indígenas se miraron incrédulamente y, tras unas palabras dichas con desdén, procedieron a ejecutarlo. Poco después chorreaba sangre sobre la piedra de los sacrificios, coincidiendo con la hora en que los estudiosos mayas habían previsto el eclipse, sin la ayuda de Aristóteles.
La fábula del escritor hondureño nos explica que, a veces, pensamos que podremos salir indemnes de una situación límite gracias a nuestra cultura, como si esta fuera un escudo con que defendernos. No somos conscientes de que, a menudo, nuestros interlocutores saben tantas cosas como nosotros, aunque su indumentaria nos lleve a engaño.