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Escenas de la reciente película “Cristiada” ilustran la canción “El martes me fusilan”, compuesta por el Mtro. José Antonio Meléndez N., e interpretada por Vicente Fernández.
Hay una fusión natural entre la letra y la actual presentación de esa epopeya cristiana. Cada frase es un himno de amor a Cristo y a la Virgen Guadalupana. Por nuestras venas corre la sangre de esos mártires concediéndonos la dignidad de su linaje heroico. Vivimos en deuda de amor y en el feliz compromiso de mantener encendida la fe recibida de ellos.
Pasan las décadas, se suceden gobiernos, se imponen costumbres diferentes, pero, cada día es ocasión de martirio, sangriento o no. El desafío actual no es afrontar un rifle apuntado al corazón, sino mantener la fe ardiente ante el vacío de Dios y los espejismos de una vida materialista.
Cristeros de ayer, cristeros de hoy: “…Me encontraron una estampa de Jesús en el sombrero. Por eso me sentenciaron, porque yo soy un cristero… Matarán mi cuerpo inútil, pero nunca, nunca mi alma… Me agarraron, de rodillas, adorando a Jesucristo. Sabían que no había defensa en ese santo recinto… No tengo más Dios que Cristo porque me dio la existencia. Con matarme no se acaba la creencia en Dios eterno. Muchos quedan en la lucha y otros que vienen naciendo”.
Los cristeros de entonces viven en la gloria del cielo. Los cristeros de hoy vamos en camino pisando sobre sus huellas. Seamos perseverantes. ¡Viva Cristo Rey y la Virgen de Guadalupe