alguien que nos cuente alguna leyenda de Colombia
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1. La madre de agua
Dicen que en los ríos y manantiales colombianos se aparece el fantasma de una hermosa mujer, a la que conocen como la Madre de Agua, o la Madre de Río. Cuentan que su cabello es dorado, su piel blanca y sus ojos verdes y grandes. Por el día, y a la vista del sol, su poder es espiritual y sanador.
Por la noche, su rostro refleja la fantasía. Atrae y seduce a los jóvenes quienes, al contacto visual, caen en estado de hipnosis y locura. Algunos más caen en las profundidades de manantial y nunca más son vistos. Para salir del hechizo, los jóvenes que sobreviven deben rezar acompañados por los adultos. Se cuenta además, que la Madre del Agua pasea por los lagos cristalinos montada en delfines, peces y cocodrilos.
2. La patasola
Similar a las historias de otras mujeres legendarias en latinoamérica, como La llorona o La sayona, “La patasola” es el alma en pena de una mujer que perdió a sus hijos por conflictos amorosos. Se conoce como “la patasola” porque anda con un sólo pie. Su cabello es largo y enmarañado, y tiene ojos y boca grandes.
Cuentan que era una mujer que estaba casada con un campesino con quien tenía tres hijos. Un día, a la vuelta del trabajo, el campesino encuentra a la mujer en casa con su patrón, y en un arrebato de furia cortó la cabeza de este último con un machete. La mujer intentó escapar, pero el campesino logró cortarle una de las piernas. Como consecuencia de esta herida la mujer murió pronto. El campesino prendió fuego a la casa y se llevó a sus hijos muy lejos. Desde entonces, el alma en pena de la patasola regresa a buscarlos.
De acuerdo con la región específica donde se cuenta, la patasola aparece con enormes colmillos, por lo que puede tratarse de una especie de vampiro que, más allá de haber sido una mujer despechada, es un ser que protege la naturaleza.
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3. La candileja
Según esta leyenda, existe una gran bola ardiente compuesta de tres antorchas, que toman la forma de tentáculos rojos y persigue a hombres sospechosos o de mala voluntad, como borrachos, infieles, maltratadores, aquellos que abandonan su familia, etcétera. Cuentan que también persigue a viajeros trasnochados y que puede aparecerse para reprender malos comportamientos de hijos y nietos.
El origen de la candileja es una anciana que fue excesivamente permisiva con sus nietos. Al morir, San Pedro la reprendió por haberlos educado de esta manera y, como castigo, le da la forma de tres llamaradas de candela, así como la encomienda de regresar a poner orden cuando fuera necesario. Una representaba el cuerpo de la anciana, y las otras dos el de sus nietos.
4. La mula herrada
Dicen los habitantes de Bogotá que a partir de la medianoche puede escucharle el galopar de una mula. Herrada porque va sola y ensillada recorriendo la ciudad. Se dice que un hombre llamado Don Álvaro, disfrutaba de montar a su mula cambiando constantemente de rumbo. Terminaba siempre en una casa de juego, donde comía y bebía hasta altas horas de la noche. Un día, mientras Don Álvaro jugaba, su sirviente acompañó a la mula a beber agua del río. El animal se escapó hasta la casa de juego donde se encontraba su dueño.
Sorprendido, Don Álvaro le pidió que lo recogiera todas las noches, y así ocurrió. Al morir Don Álvaro, la mula pasó el resto de sus noches vagando por la ciudad en busca de su dueño. Dicen que su fasta regresa hasta el día de hoy, con lo cual, quienes la escuchan la llaman “la mula herrada”.
Explicación:
9. El sombrerón
Esta leyenda, que tiene versiones propias en México y centroamérica, dice que el sombrerón es un señor alto y corpulento, de rostro casi diabólico, que persigue y castiga a jóvenes de hábitos inadecuados. Por ejemplo, a quienes abusan del alcohol o las drogas, a quienes roban o maltratan, etcétera.
En Colombia se trata de un hombre vestido de negro que porta un gran sombrero también negro. Su cabello es largo, liso y del mismo color y, en vida, se le veía deambulando por las orillas de la calle. Después de muerto, muchas personas aseguran seguir encontrándose en lugares solitarios, o bien, recorriendo las calles cuando hay luna llena. En algunas regiones le llaman también El Jinete Negro. Sorprende y persigue a los jóvenes trasnochadores a gran velocidad, siempre gritando “Si te alcanzo te lo pongo”.