Respuestas
Respuesta:
Garrido y Calvo, Venancio. Pedroso (La Rioja), 1810 – Nueva Nursia (Australia), 12.VIII.1870. Misionero benedictino (OSB).
Tomó el hábito en el monasterio de San Martín Pinario de Santiago de Compostela, el 30 de marzo de 1827 y profesó el 25 de julio del año siguiente. Después de estudiar en los colegios, San Andrés de Espinareda (León) y Santiago, de la Congregación de San Benito de Valladolid, a la que pertenecía su monasterio de profesión, fue ordenado sacerdote el 1 de junio de 1833 y nombrado maestro de novicios de Santiago (1834-1835). Después de la exclaustración general de 1835, fue por algún tiempo cura de la parroquia de San Martín de Dozón (Pontevedra), pero su deseo era ser misionero. De manera que, después de estudiar diversas lenguas, se embarcó en 1849 con el benedictino fray José Benito Serra con destino a Nueva Holanda.
En 1850 fue a Roma a defender la actuación del padre Serra y regresó a España. En 1853 volvió con el padre Rosendo Salvado a Swann Colony, en el South West, cuando las dificultades con la Iglesia de esta colonia habían sido resueltas. Invitado por sus amigos estuvo en Ceilán (1858-1860), donde fue aceptado como misionero apostólico y durante un año se ocupó de la parroquia de Kalútara. Cuando llegó a Australia, el padre Salvado le nombró primer prior y maestro de novicios del monasterio de Nueva Nursia, que él había fundado. Durante algún tiempo fue encargado de las parroquias de Fremantle, Guidford y Dardenup, al tiempo que enseñaba en el monasterio Filosofía y Teología dogmática y moral. Fue el primero en explorar la región de Australia Occidental más allá de Three Springs y dejó un interesante diario de este viaje de exploración. Presentó al Parlamento de Australia una información sobre la situación de los aborígenes del oeste australiano, que fue publicada a título póstumo. En España animó a la fundación del monasterio de benedictinas de San Benito de Cuntis (Pontevedra). Murió de una caída del caballo, pero dejó fama de mortificado e inflexible consigo mismo, de hecho por sus virtudes cristianas y monásticas le llamaban El Santo. Fue enterrado en la abadía de Nueva Nursia y sobre su tumba pusieron el siguiente epitafio: “Hic iacet / Venantius Garrido O. S. B. / hispanus / primus novae nursiae prior / qui per annos viginti et unum / pro aborigenum conversione / laborando et orando / de missione optime meritus est / obiit Pr. Id. Augusti an. MDCCCLXX / Aetatis suae LX / orate pro eo”.
Obras de ~: Praefectura in Australia Apostolica Missionis Benedictino Cassinensis and Gygni Fluvium (Lwan River) in Australia Occidentali, catálogo I, Pennsylvania, 1869, págs. 47- 52; Information respective the habits and customs of the aborigenal inhabitants of Western Australia, Perth, 1871; Diario, s. l., s. f. (inéd.).
Explicación:
Allá por la primera mitad del anterior siglo no se hablaba en Lima sino del alma de un padre mercenario que vino del otro mundo, no sé si en coche, navío o pedibus andando, con el expreso destino de dar un susto de los gordos a un comerciante de esta tierra. Aquello fue tan popular como la procesión de ánimas de San Agustín, el encapuchado de San Francisco, la monja sin cabeza, el coche de Zavala, el alma de Gasparito, la mano peluda de no sé qué calle, el perro negro de la plazuela de San Pedro, la viudita del cementerio de la Concepción, los duendes de Santa Catalina y demás paparruchas que nos contaban las abuelas, haciéndonos tiritar de miedo y rebujarnos en la cama.
De buena gana querría dar hoy a mis lectores algo en que no danzasen espíritus del otro barrio, aunque tuviera que echar mano de la historia de los hijos de Noé, que fueron cinco y se llamaron Bran, Bren, Brin, Bron, Brun, como dicen las viejas. Pero es el caso que una niña muy guapa y muy devota a la vez me ha pedido que ponga en letras de molde esta conseja, y ya ven ustedes que no hay forma de esquivar el compromiso