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Con aires de transición y de inauguración de una nueva era, Guillermo Lasso entró este lunes en la Asamblea Nacional para su investidura como nuevo presidente de Ecuador. Juró el cargo, se colocó la banda presidencial y lanzó un discurso con veladas alusiones a sus dos predecesores como ejemplos del pasado. No habrá ni la “persecución” ni los “enemigos de la patria” ni el “culto al caudillismo” que hubo en etapas pasadas, dijo, en referencia a la década de Gobierno de Rafael Correa. Habrá, sostuvo, un Estado “eficiente”, capaz de lidiar con una pandemia que ha lastrado la economía ecuatoriana y empobrecido a su población, que distribuirá nueve millones de vacunas contra la covid-19 en los primeros 100 días, a diferencia de la gestión de Lenín Moreno.
Guillermo Lasso, banquero y político conservador, quiere protagonizar una transición en el país andino, a juzgar por sus palabras, que rompa con la polarización y que se sostenga en el diálogo y conciliación con la sociedad civil, “con el pueblo, con los partidos políticos de otras tendencias, con las mujeres, con los marginados sociales, con los objetivos de desarrollo sostenible de la Agenda 2030 de Naciones Unidas”.
Durante más de una hora, el nuevo presidente se desmarcó de sus predecesores hablando de futuro. Lenín Moreno, mandatario saliente, dejó el hemiciclo legislativo junto a su gabinete entre gritos de rechazo para dejar la ceremonia oficial a Lasso y sus invitados especiales. Hace cuatro años, el expresidente Rafael Correa también se marchaba y entregaba el poder a Moreno en un tono de delegación de funciones y con gestos de apadrinamiento que, semanas después, se convirtieron en un distanciamiento y ruptura entre dos políticos que habían compartido los ideales del Socialismo del siglo XXI.
“Hoy debemos de examinar si a lo largo de estos 200 años hemos estado a la altura de los ideales republicanos que nos vieron nacer”, arrancó Lasso su discurso de investidura. “¿Ha imperado la ley y la independencia de poderes? “¿Ha reinado la igualdad de oportunidades? No. No hemos estado a la altura. Recibimos a un país con históricos niveles de desempleo. Un país incapaz de enfrentar una pandemia mundial”. “Todo cambia este 24 de mayo. En este Gobierno que hoy nace, en este nuevo siglo de republicanos, termina la era de los caudillos”, pronunció Lasso ante familiares, amigos y figuras internacionales como el rey Felipe VI de España, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, el canciller argentino, Felipe Solá, el exmandatario español José María Aznar o el líder opositor de Venezuela, Leopoldo López. Nicolás Maduro no fue invitado.
También apeló a la unidad y la colaboración de todos. “Se acabó la persecución política en Ecuador. No he venido a saciar el odio de pocos, sino el hambre de muchos. Seré el jefe democrático de un Estado democrático. Mi fuerza no nacerá de cuán alto alce la voz para gritar, sino de cuánto escucharé al pueblo antes de hablar”.
Con guiños explícitos a la presidenta de la Asamblea Nacional, Guadalupe Llori (de Pachakutik), juzgó de momento histórico el relevo de mando en Ecuador. “¿Quién habría apostado que un exbanquero y una mujer indígena amazónica ocuparían hoy estos dos poderes del Estado?”, recalcó Lasso, reconociendo que la unidad y la colaboración se fragua desde las diferencias. “Seamos diferentes, pero conectados”.
Su gestión está fuertemente condicionada por las dificultades de gobernabilidad que enfrentará en el Legislativo. El bloque del movimiento oficialista CREO solo tiene 12 escaños de 137 y dependerá de las alianzas con las demás bancadas. La elección de la presidenta Llori, como muestra, fue fruto de un pacto puntual entre CREO -con 12 asientos-, Pachakutik -que tiene 26 legisladores-, Izquierda Democrática -con 17 asambleístas- y, finalmente, 12 de los independientes. La presidenta legislativa coincidió en la vocación de transición: “Después de más de una década, se respira libertad y democracia en un cambio de mando en el que la Asamblea Nacional y el Ejecutivo no estarán liderados por personas de una misma línea política”.
Lasso arranca su mandato con serias dificultades económicas, dadas las estrecheces fiscales del Estado, la reducción de ingresos públicos, el abultado endeudamiento y el escaso margen de maniobra en los siete meses que restan para cerrar el 2021. Su principal apuesta de reactivación será la vacunación contra la covid-19. Su discurso presidencial obvió menciones específicas a reformas tributarias o laborales. Solo hizo hincapié en la radiografía de contracción económica y social que recibe como herencia: el desempleo y la pobreza se han disparado a niveles históricos.