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Janne Teller emprende un análisis social en su novela Nada (Seix Barral, 2011), a través de su personaje Pierre Anthon, y pareciera hacerlo, si no absolutamente, de cualquier modo con la esperanza en un mundo diferente. Un día el protagonista abandona la escuela porque determina que “nada tiene sentido”, menos hacer algo. Se aleja de todo, sube a un árbol y desde ahí reta a sus azorados compañeros de clase, que desdeñan su discurso y su interés particular.
Con su historia, la escritora danesa probó que hay fantasmas que no mueren. Pierre Anthon inicia una empresa importante. Su giro repentino se apoya en la idea de que todo está en ruina o es falso, pero estando solo es débil, por eso busca incorporar a sus compañeros a su lucha. El poeta de la Antigüedad, Propercio, decía: “Si faltasen las fuerzas, la audacia sin duda será un mérito: en las cosas grandes ya es suficiente el haberlo querido.” Esta explicación es, en cierto sentido, la ambición de transformación del adolescente en su tarea solitaria.
Anthon desconoce la autoridad del profesor y decide subir al ciruelo, árbol considerado emblema de la necedad, que en su caso asoma como signo de renovación. ¿Qué puede aportar su desafío? ¿Qué conseguirá Anthon al dar la espalda a una sociedad que sigue una dirección, de hombres y mujeres que piensan que el horizonte es alcanzable? Sin duda la figura de Pierre Anthon es multiexpresiva (en sentido literario tiene una estructura semejante a la del nihilista Bazarov, el entrañable personaje de Turguéniev en Padres e hijos, que no tiene fe en ningún principio, ni acata autoridad ni guarda respeto de ningún género).
La sorprendente decisión de Pierre Anthon sacude la estructura de lo políticamente correcto del colegio, de tal modo que el profesor se apresura a borrar toda huella de él, tanto en la clase como en las mentes de sus compañeros, por si acaso tal actitud fuese contagiosa. La desmesura hay que apagarla “más que a un incendio”, diría Heráclito. La novela, de apenas 158 páginas, revela el proceder del personaje, un alma libre, solitaria, y el comportamiento de sus condiscípulos defensores de las normas convencionales. Mientras a ellos les resulta irritante y difícil orientarse, pues necesitan que les digan cómo vivir, Pierre sostiene opiniones radicales y profundas: “Entonces, Agnes… ¿Tanto te cuesta creer que nada importa?”
A sus condiscípulos de séptimo grado Anthon les parece un pesado que sin más les espeta: “Todo es un gran teatro que consiste sólo en fingir y en ser el mejor en ello.” ¿Por qué seguir sus consejos? Sin tomarlo en serio, en bloque, lo examinan desconfiados y le gritan: “Te pasas las horas muertas aquí pasmado mirando el aire. ¿Acaso sea eso mejor que lo nuestro?” (De nuevo el eco de Turguéniev: cuando Pavel Petrovich se entera de que Bazarov es nihilista, le grita: “Ya veremos cómo podrás vivir en el vacío, en el espacio sin aire.”)
La alternativa de Pierre Anthon revela a sus compañeros una aventura de cambio, pero ellos se pliegan a los prejuicios inducidos por sus padres, que desprecian la Comuna en la que vive Pierre con su padre “hippie que aún vivía en 1968”, decían, opinión cuyo significado los chicos no entendían pero repetían burlones. Pierre se defendía: “¡Mi padre no se ha quedado colgado de nada, ni yo tampoco!… Yo estoy sentado en la nada, que no es lo mismo. ¡Y mejor estar sentado en la nada, que en algo que no es nada!”
Ellos son parte de una cultura que no mira el pasado, la tradición; su orientación temporal está en el futuro, mientras que las aspiraciones de libertad de Pierre se concilian con su fidelidad al pasado de su padre, su deseo de independencia. Esto viene a comprobar que el pensamiento del pasado nunca es del pasado, pero hay que buscar qué le dice a cada quien. Es el eterno retorno de la condición humana. La criatura de Teller lleva a la práctica el postulado de Bazarov: “Todo hombre tiene el deber de educarse a sí mismo, y en cuanto a la época, ¿es que voy yo a depender de la época? Más bien ella debería depender de mí.” Bazarov asume la posibilidad de crear un nuevo sentido de las cosas.
Explicación:
Ay lo tienes