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Respuesta: Esto es lógico. El problema estriba no tanto en las preferencias de la gente, que cada cual es muy libre de defender, sino en lo que el Estado hace en la práctica, pretendiendo actuar conforme a los valores del pueblo. El principal es que el Estado no es una simple réplica de los deseos de los ciudadanos. Por ejemplo, cada vez que se pregunta en las encuestas si la gente quiere pagar más impuestos, sistemáticamente una gran mayoría dice que no. Y, sin embargo, en un régimen democrático donde se supone que los políticos hacen lo que la gente elige ¡hemos terminado pagando cada vez más impuestos! Esta contradicción se combina con un amplio cuerpo de teoría económica que insiste en que el Estado, con independencia de las opiniones de las personas, debe intervenir en la economía porque el mercado tiene fallos. Hay economistas, aunque no son mayoritarios, que refutan esta idea y sostienen que los supuestos defectos del mercado o no existen o existen tanto en el mercado libre como en el Estado intervencionista, o no son suficientes para justificar la intervención. La mayoría de los economistas y de la población, sin embargo, tiende a apoyar la intervención del Estado aunque, claro está, no quiere pagarla.
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